Hace unos días leí un artículo en la revista Kireei que se titulaba así:
Todavía no se qué hacer con mi vida
Me hizo bastante gracia, porque es una frase que me he escuchado decir montones de veces a mi misma, pero que también he oído en boca de muchas personas cercanas. En el artículo habla de una mujer de 37 años, con su familia, trabajo y vida estable, que decide dejar un empleo que no le llena para buscar sentido a su vida.
¿Te suena? Porque es bastante más común de lo que parece.
En otras ocasiones, la propia situación económica es la que expulsa a muchas personas del mercado laboral e invita a esta reflexión (o más bien obliga reinventarse y es cuando viene la pregunta ¿y ahora qué?).
Estamos en una encrucijada difícil, nos educaron para encontrar un “trabajo para toda la vida” y resulta que ahora eso no existe, no sirve más… y en el caso de que lo tengas te cuestionas si quieres eso “para toda la vida”… gran dilema.
Somos la generación de la angustia existencial…
Leyendo el artículo y los comentarios de varias personas, reflexioné bastante sobre mi misma y mi situación actual… y me animé a comentar lo siguiente:
Supongo que también hay que lograr una ruptura mental, desaprender lo que sabemos para poder crear nuevas estructuras que nos sirvan a navegar en la realidad actual.
En mi caso también estudié una carrera totalmente vocacional, conseguí un trabajo estable “de lo mío” y con un buen horario, pero no era feliz… siempre buscando la forma de serlo, estudié mil cursos, un máster, dejé mi puesto para trabajar en una ONG… supuestamente al alcanzar todas esas cosas alcanzaría la felicidad plena, pero ese momento nunca llegaba…
Ahora soy madre de 2 y relativizo todo mucho más, ya no veo que mi felicidad se encuentre en mis logros, sino en el modo en que vivo… la maternidad me obligó a bajar el ritmo de esa carrera frenética por llenar el “vacío existencial” y me hizo escucharme a mi misma, a verme en mis luces y mis sombras… decidí tomar el camino de vivir más sencillo, más natural, y de escribir sobre ello (escribir es una terapia estupenda!) y ahora he emprendido un proyecto laboral que nada tiene que ver con lo que estudié con 20 años pero sí con mi vida actual.
¿¿Y mañana?? seguramente deje de servirme lo que estoy haciendo ahora y tenga que reinventarme de nuevo, pero saberlo desde ya, asumirlo hoy, me permite avanzar y no tener miedo a lo que está por venir…
Terminar de escribirlo y releer la última frase me hizo darme cuenta del enorme cambio que he experimentado en los últimos años, fue como soltar un aire que llevaba tiempo reteniendo y volver a respirar, aire nuevo y limpio. He aprendido a valorarme más allá de mis títulos, de mi profesión, de mi trabajo… a valorarme en conjunto y darme cuenta de todo el potencial que tengo.
Ahora, la temible sombra de lo que quiero hacer con mi vida no me persigue porque veo un mundo de posibilidades y lo que me sirve hoy tal vez no lo haga mañana, pero ahí precisamente reside lo interesante de todo… de la vida.
Asumir esta realidad me ha hecho quitar un gran muro que me paralizaba, mover la piedra del camino para avanzar… para hacer camino al andar. Y ahora persigo otros sueños mucho más reales, sueños del día a día, ya no pretendo “llenar el vacío” de un saco que está roto en el fondo, sino tejer el saco a mi manera, mi saco, y veo que se va llenado solo.
Lo difícil, entonces, es contestar a la dichosa pregunta…
…. ¿A qué te dedicas? ….
….¿YO?…. a vivir!!!
(Aquí tienes una foto que me hizo el otro día mi hija de 2 años)
¿Y tú? ¿Todavía no sabes que hacer con tu vida…?
Un abrazo
Mayra G. de Lucas