Se acabó el levantarse sin despertador, el remolonear, el 'un poquito más', el dejar que sea tu cuerpo el que te diga que ya no aguanta más en la cama.
Se acabaron los desayunos en la terraza, sintiendo la brisa del mar, abusando de la mantequilla del azúcar y del café sin prisas.
Se acabaron las cañas con los amigos para bañarnos por dentro después de hacerlo por fuera.
Se acabaron los encuentros casuales de un club del libro nunca constituido pero que recomienda las mejores lecturas para el resto del año.
Se acabaron las jornadas infinitas, las charlas hasta la madrugada y los gin-tonics especiales de mi amigo Felipe a los que nunca puedo decir que no.
Se acabó la desconexión, el no tener ni pajolera idea de lo que sucede en el mundo y de importarme un pimiento todo lo que no sea mi día a día.
Se acabó el dejar fluir las cosas, el que todo suceda al ritmo que quiera, el vivir sin agobios.
Empieza la rutina, el despertar al toque de alarma, el '¿no puedo quedarme un poquito más?'
Empiezan los horarios estrictos, el cumplir cada día con todo y con todos, el sentirme como el chófer de la casa.
Empiezan los menús diarios equilibrados, el ceñirte a lo saludable, la prohibición del azúcar en todas sus formas y la restricción de la mantequilla.
Empiezan los nuevos retos, el abrirte a nuevas personas, situaciones, aprendizajes y posibilidades de alcanzar objetivos nunca pensados.
Empieza la conexión con la realidad de mi entorno, el estar pendiente de todo lo que ocurre, los controles de actualidad.
Empiezan nuevos sueños por cumplir, proyectos que definir, trenes que coger y equipos que formar aunque ya lleven formados mucho tiempo.
Empieza la nueva temporada de Vino en vena y sus reconfortantes encuentros que "restauran corazones" sólo con nuestras charlas y risas siempre acompañadas de un vinito.
Empiezan las charlas con los amigos del invierno, las cenas de cumpleaños y los pateos familiares de fin de semana.
Empiezan las tardes de los viernes en la plaza, las sorpresas que provocan sonrisas, la gente inesperada que siempre tiene un hueco en nuestra mesa y los buenos picoteos.