Viene de: javierastasio2.blogspot.com.es
Lo ha conseguido. En
apenas tres meses, Mariano Rajoy, con su gestión, si es que la ha habido, ha
conseguido superar con creces todo aquello por lo que los españoles, en perfecto
uso de su derecho, enseñaaron la puerta de salida a José Luis Rodríguez
Zapatero. El paro, el coste de la deuda, el dáficit, el descontento y la
desconfianza han alcanzado unos niveles impensables, incluso, en los úlktimos
días de Zapatero.
Lo peor de todo es
que el presidente que tenemos parece virtual, una especie de holograma que ni
siente ni padece y que se manifiesta y se desvanece siguiendo pautas más propias
del azar que de la lógica que impondría la responsabilidad que ha asunido. Nunca
da la cara. No siente el menor respeto por los ciudadanos, le hayan votado o no,
y emplea tácticas y estrategias más propias de los tiempos del franquismo,
"pariendo" las medidas más radicales en el silencio de su cueva y desvelándolas
casi con nocturnidad y alevosía, mediante una nota de prensa que más tiene que
ver con el conejo de la chistera del mago que con el trabajo serio y responsable
que cabe esperar de un gobierno serio y responsable.
Lo acaba de
demostrar. El último tijeretazo dado por el gobierno de Rajoy más que a ciegas
va a hacer mucha sangre. Los diez mil millones de la Sanidad y la Educación que
va a servir en sacrificio a los mercados van a tener consecuencias y muy graves.
Probablemente, en este país ya nadie se acuerde de lo lejos que quedan el
profesor y la pizarra cuando en la clase hay cuarenta alumnos. Quizá ya nadie se
acuerde de lo caro que sale ponerse enfermo fuera del sistema público. Quizá
nadie piense en cuánto se va a disparar el, ya de por sí alto fracaso escolar
español con el recorte. Quizá nadie caiga en la cuenta de que un país que no
vacuna y no previene gasta mucho más en curar que otro que sí lo hace.
Escuchando a los
responsables de los recortes cabría pensar que los centros de salud y los
hospitales son como casinos a los que los enfermos van a pasar el rato o a
buscar pastillitas de colores, como van los niños a una tienda de golosinas,
mientras enfermeras vestidas de Armani les curan las "pupitas" con gasas y
vendas de oropel. Escuchándoles, parece que los niños españoles, en lugar de ir
al colegio, fuesen a un parque de atracciones atendido por maestros vagos y
viciosos, a los que lo único que les interesa es cobrar su nómina a final de mes
y pillar vacaciones un mes sí y otro no.
Por último, una
reflexión: cuando uno se ha pasado muchos años asomándose a los días y a las
gentes con la curiosidad como profesión, uno acaba desarroillando instintos y
barruntos que le permiten anticipar más de un acontecimiento. No sé si fue el
deseo o la razón lo que me encastilló en la certeza de que Arenas no sería
presidente de Andalucía. Lo cierto es que, en contra de lo que pensaban los que
decían saber y quienes le creían a pies juntillas, Arenas sigue aspirando a la
nada. Con Rajoy me ocurría lo mismo y me equivoqué. Pero tengo para mí que es
muy infeliz en un cargo que le es incómodo. Rajoy es un hombre de huídas y
desapariciones -las necesita- y el lío en que se ha metido no da para las
clandestinidades que necesita. Para mí que, antes de que termine la legislatura,
el presidente-guadiana tirará la toalla. No tiene el espíritu de sacrificio que
nadie podía negarle a Zapatero y ha superado todo aquello por lo que se fue el
de León. Rajoy también se irá. Y lo hará antes de lo esperado. Si no, al
tiempo.
Javier Astasio,
Periodista