TODO CAMBIA
por Purificación Estarli
Purificación EstarliCuando recibes un mensaje de alguien a quien admiras y te pide, con esa dulzura que le caracteriza, ser la primera en estrenar una de las secciones de su nuevo blog, no puedes pensar en otra cosa en si estaré a la altura de sus expectativas. Por supuesto, no me lo pensé y le dije que sí, un sí rotundo porque para mí es todo un honor escribir en este blog, Tarayuela, y más cuando se trata de alguien que siempre ha estado cuando lo he necesitado, para lo bueno y también para lo malo.
Todo cambia. Dices que es una expresión muy manida. Yo no lo creo, Juan Antonio, porque cambiar es de valientes, de inconformistas. Cambiar es vida, porque cambiar forma parte de la vida. Y cambiamos porque estamos vivos. Este nuevo navío que zarpó el día 20 de enero de 2017, al que llamas Tarayuela, es ante todo un gran navío, uno de esos especiales y valientes que ponen rumbo a lo desconocido, lleno de ilusiones y cambios.
Ya hace muchos años que empecé a leer lo que, en sus comienzos, Juan Antonio escribía detrás de esas hermosas y coloridas máscaras que adornaban mi TL (así se dice, ¿no?); después, fueron esas reflexiones que me encandilaron tanto que, aun después de plasmadas en su libro Historias de una casapuerta, leídas y releídas, sigo encontrando en ellas eso que reconforta a todo buen lector: sentimientos que llegan hondo.
Y es que la literatura es así, debe ser así. Y tú, Juan Antonio, haces literatura.
Muchas veces no nos damos cuenta del amplio significado que tiene el término y que va mucho más allá de leer y escribir. La literatura es tal cuando genera satisfacción y placer en el lector y en este blog hay una dosis bastante alta de esos dos sentimientos que implican la necesidad de seguir leyendo, de seguir alimentando el alma. Porque en eso consiste ser escritor, en alimentar el alma de los lectores. Suscribo una reflexión que leí en una novela de Joêl Dicker: No se es escritor necesariamente cuando uno ha escrito un libro, ni dos, ni siquiera diez, se es escritor cuando los demás te llaman escritor. Y para mí, Juan Antonio González, aunque no te guste esa etiqueta (algo que me ocurre lo mismo a mí), tú eres un escritor.
El oficio de escritor es el más solitario que existe. Necesitamos aislarnos del mundo que nos rodea para imaginar, en primer lugar; y, después, para plasmar en el papel lo que hemos imaginado. Es curioso como esa soledad se hace evidente incluso en compañía: nos aislamos mentalmente en nuestro mundo inventado. Haciendo una analogía con un término sicológico que se empezó a utilizar para las TIC, ese estado en el que nos encontramos se denomina “estado de flujo” y durante el mismo estamos concentrados en una actividad, absorbidos por ella de tal forma que somos incapaces de ver o percibir lo que ocurre a nuestro alrededor. Esa soledad es lo que lleva al escritor a la necesidad de una cierta interactividad con el lector, y un blog de literatura, como este, es una de las mejores maneras para hacer efectiva esa interrelación. Es como rememorar o inventar una historia y contarla.
El escritor es también lector. Esta idea me recuerda una cita del escritor y académico jienense Antonio Muñoz Molina: “El oficio de lector es más placentero y confortable que el de escritor, dado que escribir tiene mucho de trabajo, mientras que la lectura es un culminación de la pereza”. Juan Antonio, me consta que eres un gran lector, por eso eres un buen escritor.
Sin lectores no hay escritores, eso es un hecho. Pero es que, abundando aún más en el concepto de lector, un libro es tantos libros como lectores tiene y cada lector lo hace suyo cuando lo lee porque hace suya la historia, y transforma y ve a los personajes como le dicta su imaginación. Y si un libro es leído una segunda vez por el mismo lector, en épocas diferentes de su vida, se le suele dar otra connotación diferente a la primera. Y eso es lo que me a mí me pasó con Historias de una casapuerta, un magnífico libro de relatos y artículos que vieron la luz en ese primer blog de Juan Antonio, titulado Reflexiones en cada estación, y que me atrapó ya para siempre. En el libro hay relatos que los leí en su momento y al volverlos a leer más tarde le encontré un sentido diferente. Es el caso, por ejemplo, de El andén.
En este punto, me gustaría hacer un inciso y recomendar encarecidamente la lectura de Historias de una casapuerta, editado por Libros.com, porque tened por seguro que os encantará.
Otra de esas cualidades que todo escritor debe tener y que a Juan Antonio, por supuesto, no le falta, es su imaginación. Dijo Cervantes, por boca de su trapacero Sansón Carrasco, que hay una diferencia clara entre un historiador y un poeta (o escritor): el primero escribe las cosas tal y como fueron, mientras que el segundo las canta o las cuenta como pudieron o debieron ser. Si tomamos como punto de partida un hecho real para escribir una novela, siempre intentamos buscar ese espacio vacío en la historia en la que inventar algo, ya sea un pasaje o un hecho que nuestra imaginación cree que pudiera haber ocurrido de la manera en la que lo estamos contando. Juan Antonio escribe una historia y los lectores al leerla nos preguntamos si es ficción o no, o que parte de ficción y que parte de realidad hay en ella, o incluso si hay algo autobiográfico. Todo un misterio. Bendito misterio que hace que volvamos a visitar el blog para leer más y más.
Un escritor no tiene que vivir las historias para poder escribirlas, ni tampoco las busca. En cualquier parte hay buenas historias. Lo único que hay que hacer es mirar y aprender a mirar. Cuando leemos algo que ha escrito Juan Antonio nos damos cuenta de que es un buen observador de la vida, de la sociedad, de todo lo que nos rodea. Las historias no se buscan, se encuentran y se cuentan si merecen la pena contarlas y eso hace Juan Antonio con sus relatos e historias. El escritor y periodista Justo Navarro dijo: “El novelista se parece al detective privado: ve más que otros porque mira con más atención”.
Por último, he descubierto otra cualidad de Juan Antonio para decir a los cuatro vientos que para mí es un ESCRITOR y es que no lo cuenta todo. La “palabra en blanco” o “espacio en blanco”, como se quiera denominar, es muy importante. No hay que darlo todo hecho, hay que dejar algo para alimentar la imaginación del lector. Él es el que debe terminar la historia. Siempre he sostenido que una novela la empieza el escritor, pero la termina el lector, y tendrá tantos posibles finales como lectores tenga. Si no lo habéis hecho ya, os animo a escoger cualquier relato contenido en Historias de una casapuerta y descubrir lo que estoy diciendo por vosotros mismos.
Y para que el lector de esta entrada, de la que Juan Antonio me ha concedido el honor de hacer, haga uso de su imaginación, qué mejor que terminar con Cervantes, quien pretendía que se le reconociera o se le recordara, no por lo que había escrito, sino por lo que había dejado de escribir. Y hay mucho por decir de Juan Antonio y sus letras.
Todo cambia, dice la canción de Mercedes Sosa. Cambia de nave, cambia de ruta, cambia de travesía, cambia de océano, cambia de vela si quieres, pero tú no cambies nunca, marinero.
Purificación Estarli
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