Revista Medios
Con esta entrega, antes de vacaciones, pongo punto y seguido a este viejo cuaderno, donde he ido anotando, como de costumbre, mis impresiones y mis miedos.
Todo ha cambiado. Es evidente. Parece un síntoma de progreso, una necesidad de experimentar nuevas historias, incluso en estos rincones tan apartados de provincia; una respuesta urgente para buscar por algún resquicio la solución a esta endémica fiebre que nos vacía los pueblos.
Soy reticente en ello, y aunque algunos lectores y amigos me insistan que está bien, que es muy sano, que hablar del mundo rural, de lo que va quedando, de los problemas que le atañen, de las historias singulares... es muy digno y muy útil, yo pienso, sinceramente, que no sirve para nada. Que uno clama en el desierto; que nadie vuelve los ojos a este drama; que no compensa a los políticos, acostumbrados a mentir; que no interesa a los urbanitas, apoltronados en su ambiente y que tampoco parece preocupar en exceso a quienes viven en ellos, perdida ya la fe en devolverles un poco de lo que fueron o, cuando menos, en mantenerlos como están, que ya es un logro.
Creo que fue Einstein el que dijo que la mejor manera de que algo cambie o de que alguien se conduzca de acuerdo a la razón, es dar ejemplo.Y no hay ejemplos ya para fijarnos. Y la impresión es que a nadie le preocupa o le mueve a reflexión el ejemplo de los demás.
El poder reside en el pueblo, mentira cochina. Ni siquiera le han dado al pueblo la libertad de decidir sobre sus Concejos. Siempre se hace lo que quieren ellos, quienes viven de administrar, -con toda la parafernalia y el adorno que ustedes quieran añadir-, al pueblo, a tantos pequeños pueblos como estos que fenecen esperando los resultados de un análisis que no acaba de llegar, que los vuelva útiles, que los despierte del letargo, que les ayude a recuperar un poco de aquella luz de antaño.
Imagen: Froilán de Lózar
Barrio de Santa Maria, Salinas de Pisuerga
De la sección @La Madeja, en Diario Palentino y Globedia