La oficina estadística europea, Eurostat, publicó el mes pasado los últimos datos oficiales sobre la deuda pública en la Unión Europea.
A finales de 2018, la deuda total acumulada por los gobiernos de los 28 país miembros sumaba 12,7 billones de euros y el de los países de la UE(19) 9,86 billones. En el primer caso, fueron 136.000 millones más que en 2017 y en el segundo 99.000 millones, es decir, que creció más o menos un 1% anual (datos aquí).
Por otro lado, la cantidad pagada por los gobiernos en concepto de intereses en 2018 fue de 293.983,2 millones de euros en la UE(28) y de 213.177,5 millones en la UE(19). datos aquí.
Pero lo más interesante es comparar el aumento de la deuda pública europea con la suma pagada por intereses a lo largo del tiempo.
Según los datos históricos de Eurostat, desde 1995 -año en que comienzan a proporcionarse datos para la UE(19)- hasta 2018, la deuda total aumentó en 5,79 billones de euros y durante esos años se pagaron 6,4 billones de euros en intereses. Es decir, el 110,6%. Lo que significa que no sólo la totalidad del crecimiento que ha tenido la deuda pública europea en los últimos 18 años, sino incluso un poco más, corresponde al pago de intereses.
En España, ese porcentaje ha sido menor pero también muy elevado. En el mismo periodo, la deuda pública aumentó en 877.503 millones de euros y se pagaron un total de 569.592 millones de euros en intereses, lo que representa el 64,9% del incremento de nuestra deuda pública.
Dicho de otra manera: si los gobiernos europeos hubieran tenido acceso a la financiación del Banco Central Europeo, que crea el dinero de la nada y puede prestarlo, por tanto, sin interés, la deuda pública europea no constituiría ningún tipo de problema para los gobiernos.
Muchos lectores se preguntarán la razón de por qué el BCE no hace eso y evita que las familias y las empresas tengan que soportar la pesada carga fiscal que tienen que soportar para pagar intereses. Y la respuesta es obvia: al impedir legalmente que el Banco Central Europeo financie a los gobiernos, se obliga a que éstos tengan que recurrir a la banca privada en condiciones mucho más onerosas para el resto de la economía pero extraordinariamente rentables para las entidades financieras . Sobre todo, si se tiene en cuenta que el dinero que los bancos privados prestan a los gobiernos a los tipos de interés más altos posibles o lo crean de la nada o es el mismo que vienen recibiendo del Banco Central Europeo prácticamente a tipo de interés cero.
Otras personas que lean esto quizá piensen que si el Banco Central Europeo financiara sin interés a los gobiernos lo que iban a provocar es que los gobiernos se desmadrasen y aumentaran su financiación sin límite, provocando un endeudamiento innecesario y gravísimos problemas económicos, en concreto, grandes subidas de precios. Pero eso es algo que no tendría por qué producirse simplemente si el BCE establece criterios de crédito rígidos y racionales que garanticen que su uso es el adecuado y no el caprichoso que pudieran imponer los gobiernos si manejaran al banco central a su antojo, algo que ni ocurre ni tiene por qué ocurrir.
De hecho, lo que ha ocurrido a lo largo de la historia es que la deuda pública se ha disparado justamente cuando los bancos centrales han dejado de financiar a los gobiernos.
Como es sabido, el Banco Central Europeo ha inyectado en los últimos años casi 2,6 billones de euros para apoyar a los mercados financieros y para financiar a los gobiernos. Pero como lo ha hecho de una forma más bien indirecta y torticera (comprando los bonos de los gobiernos en los mercados en lugar de hacerlo directamente, por las claras y con menos coste) al final no ha logrado reducir la deuda pública europea. Es verdad que ha evitado problemas mayores, pero no ha conseguido una reactivación eficaz y eficiente de las economía ni un saneamiento efectivo de las finanzas gubernamentales. Y, sobe todo, se ha demostrado que si financia a los gobiernos (aunque sea de modo tan imperfecto) la economía se recupera antes y la deuda crece menos que si no lo hace.
Ahora que estamos en plena campaña de elecciones europeas es más necesario que nunca tener presente todo esto. Las ciudadanía debería saber que tira su voto si lo concede a partidos que no se planteen, al menos, denunciar esta tremenda irracionalidad que solo se lleva a cabo para beneficiar a la banca privada.
Es imprescindible reclamar que el Banco Central Europeo desempeñe otra función en Europa, que sea un instrumento para alcanzar no sólo estabilidad en los precios, que es muy importante, sino también pleno empleo y bienestar y un modelo de crecimiento económico que no esté basado en el incremento constante de la deuda (es decir, en el exclusivo beneficio de los bancos).
Es esencial que el BCE se convierta en el financiador de los gobiernos europeos precisamente ¡¡¡para reducir su deuda!!!!, para seguir que siga aumentando como una bomba de relojería, que es lo que viene ocurriendo cuando se obliga a que los gobiernos se financien en mercados controlados por los oferentes de crédito.
Es inaplazable que el BCE ponga en marcha un plan de reestructuración de la deuda pública en Europa para aliviar la carga fiscal que deben soportar los hogares y las empresas. Podría, por ejemplo, comprar la deuda pública que supere el 60% del PIB y transformarla en deuda perpetua, liberando así moles de millones de euros para poder invertir en la economía productiva.
Es fundamental que el BCE deje de actuar como impulsor de la creación de deuda. Debe ser el financiador del progreso y la garantía del desendeudamiento de los gobiernos europeos.
No se trata de pedir que la autoridad monetaria inyecte dinero sin criterio y que multiplique el crédito sin límite. ¡No! Es justo al revés. Se trata de todo lo contrario. Hay que acabar con lo que ocurre ahora, precisamente porque los bancos ganan dinero prestando y lo que hacen es corromper a las autoridades y fomentar políticas públicas que obliguen a recurrir al crédito en la mayor medida de lo posible sólo para expandir su negocio que es el aumento de la deuda. Y para ello lo que debe hacer el BCE es garantizar que la financiación, que es como la sangre imprescindible para la vida económica, fluya cuando sea preciso, en la cantidad necesaria y sin provocar más problemas que los que viene a resolver. La deuda es una esclavitud y lo que hay que reclamar es poner fin a un modelo económico basado en su crecimiento ilimitado (algo, además, que es materialmente imposible que ocurra y por eso las crisis son cada vez más recurrentes).
Hay que votar sin falta el próximo día 26 pero hay que hacerlo bien y votar a los partidos que lleven en su programa este tipo de cambios en el Banco Central Europeo porque, si no lo llevan, será materialmente imposible que se puedan realizar las propuestas de bienestar o de políticas alternativas que les ofrezcan.
NOTA FINAL:
Se podrían poner muchos ejemplos que prueban que la deuda pública se disparó precisamente cuando los bancos centrales dejaron de financiar a los gobiernos para abrir las puertas al gran negocio bancario. Pondré solamente los dos siguientes referidos a Canadá y Francia. En las dos gráficas se comprueba cómo se disparan la deuda total y la carga de los intereses justo a partir de 1974 y 1973, respectivamente, los años en que se estableció que el Banco de Canadá y el Banco de Francia dejaran ya de financiar a sus gobiernos (Fuente aquí y aquí).
Evolución de la deuda pública de Canadá:
Evolución de los intereses pagados por Francia por la financiación de su deuda pública: