Hace algún tiempo llegué a la conclusión de que el aburrimiento era el octavo pecado capital. Me parecía que con lo escasos que estamos de tiempo y lo cerca que está siempre la muerte, aburrirse era algo imperdonable, propio de seres inconscientes, seres débiles, vacíos y faltos de imaginación. No saber qué hacer con el tiempo libre era realmente algo impensable para mí porque yo siempre encontré alguna actividad para disfrutar estando solo. Aburrirse era, por tanto, un mal ajeno, totalmente extraño para mí y que nunca llegué a comprender.
Pero poco a poco empecé a cambiar levemente de opinión y a encontrarle mucho sentido al hecho de estar en el sofá, sin nada que hacer más que mirar al techo. Me empezó a gustar la sensación de silencio existencial, la calma de la pérdida de tiempo, el estado de somnolencia, el relajo de la inactividad muscular y la quietud de todos los átomos de mi cuerpo.
Hace poco leí en El País este artículo que me terminó de convencer definitivamente y me hizo darme cuenta de lo absurdo que había sido tantas y tantas veces que traté de vencer al aburrimiento por todos los medios. Me sentí como cuando sale el arco iris en un día de lluvia, relajado, ilusionado y en paz.
Finalmente eran buenas mis nuevas tendencias que decían que perder el tiempo no era tan malo porque, al fin y al cabo, pregunto ¿no es mejor quedarse hora y media mirando por la ventana que ver “Sálvame”, por ejemplo? Pues sí. Sin ninguna duda. Y la verdad es que me gustaría mucho que no hubiese ningún lector de este blog que respondiese lo contrario. Al menos eso sería un placer que lo tuviésemos todos en común. (Para los que no sepan qué es “Sálvame” lo resumo: es un programa de media tarde, de puros cotilleos y gente gritona y son unos mete mierda y critican sin parar y son una pesadilla para los famosetes de turno. Es donde sale la famosa Belén Esteban, de la que ya hablé hace algún tiempo).
Total que de una cosa a otra y ya no sé ni por dónde iba ni por dónde quería seguir. Las imágenes de hoy corresponden a la tormenta del otro día. Naturalmente no tienen nada que ver con el texto y digo “naturalmente” porque parece que eso ya se ha convertido en una costumbre, así que ha dejado de preocuparme y me hace sentarme a escribir cada entrada sintiéndome mucho más libre.
Ya que no sé qué hacer, creo que voy a aburrirme un rato. Total, tengo todo el derecho del mundo ¿no?