siempre hay una noche en las afueras
un blues decadente, un riff sublime
un resto de bourbon en el vaso
trenes de algodón que descarrilan
en las últimas páginas de un sueño
nubes tocadas de tragedia
la habitual ración de espanto
con la que advertimos la zanja de los días
la pereza del mundo lo está viciando
el aire está obsequiado de nostalgia
abismos predecibles y corazones vacíos
la caligrafía precaria de las horas
herrumbrando la luz en las sílabas
pero la luz codicia siempre extravíos nuevos
caballos que meditan perderse en la sombra
palabras que ultiman sus últimas voluntades
el festín carnoso de los días
el arquero entusiasta de las noches
el atlas de la tristeza en el corazón sin aristas
el aliento final del espejo
jimmi hendrix tocando little wing estanoche
la historia de dos que se aman en esa letra huidiza
tercamente el amor manuscrito en los surcos
ebrios del disco que va alcanzando su cénit
ruina debajo de la patria limpia de la apariencia
el día convocando los cuerpos y quemándolos luego
la noche doblando su cintura de blues oxidado
el dueño del bar nos anuncia que cierra
conviene volver a casa con la música dentro
como un templo la carne
como un templo los dedos
estamos mirando al tren descarrilar en los sueños
encontrando al dios en un endecasílabo cualquiera
perdemos la vida registrando los huecos
en fingir que amamos lo que en realidad no vemos
siendo hospitalarios con los demás
sin mirar adentro y sin saber qué queremos
posdata técnica: debo al capricho del editor de mi blog, a blogspot o a la suma de todos los azares de la mecánica cibernética que algunos posts no se carguen o directamente se pierdan. Me permito reescribirlos, volver a publicarlos. Pido evidente perdón a quienes acotaron a pie de verso algún comentario. No sé quiénes leyeron este texto cuando lo publiqué. Los habituales me excusarán. Los recién llegados lo verán por primera vez. Eso está bien, bien mirado.