Todo es posible
Revista Cultura y Ocio
Es verdad que todo es posible. Pero
quienes no se cansan de repetir esa consigna, para vender sus recetas de
felicidad o autoestima de previo pago, obvian que para que todo sea posible hay
que pagar un precio. Un precio alto en forma de tiempo-esfuerzo. Y que la
mayoría de los que persiguen el todo es
posible no alcanzan sus metas. Como los miles de chavales que sueñan con
jugar en primera división y no pasaran de los partidos de noche en una liga
cualquiera de su pequeña ciudad.
El todo
es posible y el se puede conseguir
esconden una presión, un interés creado. La presión sobre las mujeres para que
tengan el pecho alto y el trasero respingón (y que no dejen de sonreír) o la
presión sobre los jóvenes para que tengan unas abdominales visibles, ¿cómo
salir a la calle si no? Y encima de las
espaldas de los no tan jóvenes les cae el peso de la obligación de triunfar, de
subir en la escala social. Casa grande, coche grande, colegios exclusivos, ropa cara. Y eso, de conseguirse, también conlleva un precio
alto. Triunfar como madres, como trabajadores cualificados o empresarios, como
jóvenes talentosos, como deportistas, como amantes, como gente muy social… ¿No
se puede ser felizmente invisible? ¿O tranquilamente ser transparente?
La presión viene de todos los lados y no
está definida. No tiene olor. Es una presión generada por la industria para
obligar al consumidor a dar pasos que no necesita dar y es una presión interna,
implícita en el género humano, la de estar por encima de los otros un escalón o
cinco o veinte en un zigurat social imposible de coronar. El otro día me contaban que
en China lo que marca el estatus social es el móvil, no el coche. La gente firma
hipotecas para sufragar un Smartphone de esos cañón. Es una guerra infinita. La
gente cuando ve mi Nokia con el cual solo se puede hablar se sorprende o se ríe
de mí. Mi hija, a sus 13 años, lo definió como el móvil cutre de papá. Atención a todo lo que implica esa
definición. Lo curioso es que en ese carrusel que se arrastra desde los albores
de la historia todos nos apuntamos como socios de una onegé, en calidad de
voluntarios.