Antes de su comienzo, yo ya intuía que el recientemente finalizado mes de Agosto sería muy especial para mí. Como todos, en Segovia, compartiría estancia familiar con intensos entrenamientos para acometer, hacia finales, mi anual subida corriendo desde su Plaza Mayor hasta el Alto de Navacerrada (30 km. que llevan cerca de los 1.990 m. de altitud), aunque lo especial del próximo año (ver Marath-tiones) me animaba a intentarlo alargar por primera vez hasta la cumbre desnuda del repetidor de comunicaciones de la Bola del Mundo en el Alto de las Guarramillas (3,3 km. más con algunas rampas que llegan al 20 % para culminar a 2.265 m. de altitud).
Llegué, lo celebré y acto seguido automáticamente lo minimicé…
Los logros pierden relevancia cuando son otros mayores los que aguardan su consecución. Todo es relativo… pues esta vida, aun sin quererlo, es una pura comparación.
Este verano, mis tradicionales dos semanas en Segovia se extendieron a cuatro para aprovechar sus excelentes condiciones de entrenamiento: La semialtura de sus 1.000 m., que ejerce como incansable factoría de glóbulos rojos en búsqueda de la compensación oxigenadora. La agradable temperatura matinal en periodo estival, nunca superior a los dieciocho grados, que anima a madrugar con una desperezada sensación de activación corporal. La ausencia de humedad, que garantiza una refrigeración eficiente en el esfuerzo. La divertida orografía del terreno, en constante cambio, que alegra el ritmo cardiaco y dinamiza la musculatura de las piernas. Y por supuesto, la poética belleza de sus monumentos y paisajes, que regalan la vista del corredor invitándole a olvidar el cansancio.
Nunca he entrenado tanto y tan satisfactoriamente como en este verano del 2.014. Unos 120 km. a la semana, cuidando de descansar lo necesario y comer lo apropiado, todo para garantizarme un ascenso a la Bola del Mundo sin recurrir a la angustiosa épica del martirio torturador. Y así fue, tanto que en el último y más duro tramo de 3,3 km. ningún ciclista de los pocos atrevidos que habitualmente lo intentan pudo alcanzar la cumbre antes que yo partiendo al mismo tiempo (es sabido que en las cuestas muy pronunciadas, corredor y ciclista se igualan en oportunidades de avance). Finalmente, los 14 grados que marcaba el termómetro en la llegada a las 11:30 h. de un día soleado de Agosto prueban que la montaña siempre recibe a sus visitantes con la frescura de su alma inmortal.
Todo ello fue recogido con un interés (para mí novedosamente sorpresivo) por los medios de comunicación regionales (Radio Segovia-Cadena Ser, El Norte de Castilla, El Adelantado de Segovia…), que son capaces de convertir en celebridades fugaces a quienes aparecen en ellos aun cuando sus meritos puedan no ser nuevos, al haber estado resguardados en el anonimato anterior. Lo mismo no es lo mismo cuando es masivamente comunicado y esta realidad, agrade o no, es insoslayable y constituye una de las señas de identidad de nuestra sociedad actual. Sin duda, la fama también es algo relativo pues soy consciente de que el verano próximo, en Segovia, pocos recordarán ya lo que en este aconteció y fue noticia.
El pasado 22 de Agosto, tras alrededor de 3 h. y 30 min. de esfuerzo continuado, no pude dejar de pensar en la relatividad frugal de lo conseguido al recordar que mi actual proyecto Literario/Deportivo… “Marathon-15%”, me obligará a doblar este tiempo hasta las 7 h. y multiplicar por casi cuatro la pendiente media ascendida y sin ningún cambio de inclinación, lo que ahora me inunda desasosegadamente en un mar de dudas y temores que siendo míos también lo son propios de toda exigente meta cuyo logro ponga en jaque nuestra ambición, nos exija dedicado esfuerzo y presente nuestra vida como un incesante camino empinado de positiva superación…
Saludos de Antonio J. Alonso