Buenos días, amigos. Día uno de mayo. Día de los trabajadores pobres en este maravilloso país pobre que es España, donde se come de putísima madre y el tiempo es la hostia. Día de nuevas reseñas. Día de sorpresas, como por ejemplo que una editorial como Tusquets saque un libro de Daniel Ruiz García, al que defiendo a capa y espada desde hace años y al que personalmente considero como uno de los mejores escritores españoles de este inmenso páramo sombrío que es la literatura contemporánea. No me malinterpretéis, pero lo primero que pensé al ver el libro en la sección de novedades fue: "¿Qué coño está pasando aquí? ¿Es que todavía queda un resquicio para la esperanza? ¿Los editores ahora se drogan? Que no se lo tomen a mal los de Tusquets, pero quitando al maestro Kundera y a unos cuantos clásicos, lo demás no vale el precio del billete, lo siento. Creo que tenéis las mejores cubiertas y las mejores ediciones, pero la elección de los libros es bastante cuestionable. Cuando nuestros caballos ganadores son cosas tipo El balcón en invierno, entonces tenemos un problema gordo y deberíamos sentarnos y sopesar la posibilidad de volver a la fórmula inicial, porque, a diferencia del libro de Daniel, nada está bien. Ya me sé la historia de los compromisos, pero un editor tiene ante todo la tarea moral de difundir literatura fumable, por encima del dinero. Si quieres forraros, montad una clínica de fecundación in vitro, no una editorial. Pero nos estamos desviando de lo fundamental, y es que pese a que Tusquets no destaque por la calidad literaria que nos viene ofreciendo en los últimos años, hay que reconocerle el enorme mérito de publicar y brindarnos a los lectores esta nueva novela de Daniel Ruiz García, cuyo título, Todo está bien, remite inevitablemente a Todo va bien, pepinazo de Sócrates Adams que ya reseñamos por estos lares. Es una historia que relata a la perfección el malestar de una sociedad en crisis y a la deriva, una sociedad sin valores en lo que solo importa el interés personal por encima de los demás y del jodido grupo. No en balde somos un país pobre, que por consiguiente tiene una mentalidad pobre. Medio mundo jode a otro medio, y así tenemos a Olegario, un consejero de Fomento y Vivienda que vive su particular descenso hacia el infierno tras emborracharse y perder su móvil y su cartera; Mila, un travesti sin recursos que vive bajo el maltrato de Salvita, un proxeneta politoxicómano; Paquito Almería, periodista ninguneado por su jefe y en busca de una exclusiva, y Ultramemo, el puto rey de la blogosfera. Vidas que se cruzan en un mar de dudas, abusos, inseguridades, violencia y traiciones. Pero lo que más cautiva del autor es su prosa afilada, su lenguaje corrosivo en el que mezcla hábilmente diálogos y narración, consiguiendo una fuerza solo al alcance de unos pocos elegidos. El final, única pequeña pega del libro, a mi parecer es demasiado precipitado, pero no le resta en absoluto valor a la novela. Pasajes:
La misma luna los baña a todos, en su océano oscuro van a dormir todos los sueños de todos los habitantes de la ciudad, ciudadanos demócratas que eligen democráticamente a sus representantes para compartir lecho con ellos cuando el sol muere aplastado por el hormigón (pág. 97).
Qué difícil resulta pensar en la crueldad, en el daño, en las dificultades cotidianas viendo esta luna. Podría quedarse aquí para siempre, sumergida en su ingrávido océano, cantando canciones de cuna, perseverando en su influjo: nunca más lobos, eternamente corderos. Lástima que cada amanecida es un crimen: al abrir los ojos y apagar el despertador con un golpe, lo único que quedan son cuchillos (pág. 100).Sí, amigos, Daniel Ruiz García escribe como los ángeles, y la editorial Tusquets se merece un diez por sacar su novela. Al César lo que es del César. Esperemos que sea un buen agüero de cara al futuro, el comienzo de un nuevo camino en pos de la buena literatura. Menos Albert Espinosa y más Daniel Ruiz García en nuestra dieta, y seguro que pronto todo estará bien.