Todo incluido es una comedia sin chispa, plagada de tópicos y muy predecible. Es una lástima que ninguno de los guionistas (Vince Vaughn, Jon Favreau y Dana Fox) haya sabido dar con la tecla, lo que hace que el aburrimiento se cebe con el espectador de forma muy prematura. Ni la historia tiene gancho, ni los personajes son simpáticos al espectador. Cierto que tampoco caen mal, simplemente no caen. Lo que les pase o les deje de pasar a los protagonistas no despierta ningún tipo de interés.
Dentro de todas las cosas a las que se le pueden sacar punta en Todo incluido, lo más lamentable es, sin duda, la batalla con el Guitar Hero; un esperpento solo justificado por imposiciones de la productora para sacar algún tipo de beneficio.
Visto lo visto, es difícil explicarse el porqué de tamaño despliegue el que han hecho trasladando todo el equipo de rodaje hasta Bora Bora (en la Polinesia Francesa) para lograr tan pobre resultado. Y para que Malin Akerman (Watchem, Matrimonio compulsivo) y compañía lucieran su tipo en la playa tampoco era necesario.
La actriz y modelo sueca es, junto a los empleados del resort tropical de lo más destacado del film, entre los que cabe mencionar a un histriónico pero simpático Jean Reno y al entrenador personal Salvadore (Carlos Ponce), quien nos ofrece los momentos más divertidos y el único que cada vez que aparece en pantalla despierta alguna risa. En cuanto a los demás, poco se les puede pedir si el guión no acompaña y las situaciones cómicas pierden fuelle por alargarse demasiado.
El principal problema de Todo incluido está en que sigue una lógica demasiado previsible y le falta emoción. Intenta, además, parecer más de lo que realmente es, queriendo mostrar las dificultades por las que pueden pasar muchos matrimonios agotados por la rutina. Sin embargo estas pretensiones se diluyen en la nada sin remedio. Se trata de un producto de lo más insustancial y olvidable.