Revista Cine

Todo inventado

Publicado el 25 agosto 2011 por Alfonso

Por si había dudas, llegan la angelita Merkel y el bruñido gal(l)ito Sarkozy y lo pronuncian bien alto -es un decir- y claro -en sus idiomas y con traductor simultáneo a el resto de lenguas del mundo-: el único Dios se llama Euro. Y aunque no lo dicen nosotros sabemos, listos como somos, que en otros lugares lo llaman Dollar, Kron, Rupia, Yen, pero que es el mismo: cambia el cambio, la efigie, el lugar donde se le venera, el color con que se hace tangible y poco, o nada, más. Así fue y así parecía que no debería ser, pero así será. No pidamos peras al olmo, ni pongamos peros: es lo que hay, lo que merecemos, lo que habremos de padecer y legar. Hemos sido nosotros solitos, sin ayudas externas ni extremas.
En tres semanas, el verano de este hemisferio dejará paso a las hojas caídas, los abrigos, los domingos demasiado breves y la tertulias de televisión con adivinadores que no saben si al llegar a casa tendrán carne o pescado en el plato, pero seguros de que casa tendrán, más de la que nunca aprendieron sus manos a levantar o limpiar, y que algo habrá y hasta sobrará. Igual lo que sobran son ellos y los nombres de los que hablan. Y la vergüenza también les sobra, nos sobra: ya se sabe, que no falte de nada, escucharon a sus mayores, y ahora no saben donde meterla. Bueno no sabían hasta que descubrieron que detrás de la caja del televisor, allí por donde entraban y no veían salir a los locutores, las actrices, el hombre del tiempo, había sitio de sobra. El caso es que ahora esos electrodomésticos de gama negra-negrísima han adelgazado y no caben más. O al menos no sin antes hacerte una liposucción y tirar la mitad de tus ideas al inodoro.
Los cristianos se han reunido en el Madrid del calor y los atascos -vale: es un chiste: había cristianos, pero pocos, y la ciudad había sido tomada con complicidad de las autoridades locales y estatales- y han escuchado que no hay que creer en nuevos dioses, que para justo y sano el suyo, el de toda la vida. Y de paso, a los díscolos les recordaban: la letra, con sangre entra. Y la ley se escribe con palabras, a veces en renglones muy torcidos, pero palabras de letras dispuestas en el orden correcto. Corrección que ellos no tuvieron al abandonar su espacio sagrado -cerca de los aviones que surcan el cielo-: tanto rezar para olvidarse de limpiar. Tanta juventud para no ponerse a fabricar una cadena que llevase a los comedores sociales las bolsas de comida que les sobraron. (¿El norte de África les caía lejos para ir con sus mochilas cargadas de alimentos?: veo en el mapamundi que hay más kilómetros de muchas partes de Sudamérica, de donde procedieron muchos corderos de la JMJ, a España que del Status Civitatis Vaticanæ a Soomaaliya. Por otra parte escucho a los políticos madrileños los beneficios económicos que reportaron su visita: ¿estamos peor de lo que nos dicen, somos aves de rapiña o desconocemos el compartir, la caridad y demás virtudes? -algunos somos unos descreídos y ni siquiera apadrinamos por correo: tenemos descendencia o hijos de hermanos, que ya se sabe: a quien dios no le da hijos, el diablo le da sobrinos; somos desalmados que dormimos a pierna suelta y sin pijama, sin miedo a que la parca haga su entrada de forma imprevista y nos encuentren sin nada más que no trajésemos al venir-).
Tanto predicar en el desierto de Cuatro Vientos para convencer a los convencidos y no ganarse a los sordos. Tanta educación para no recoger ni su propia basura. Tanta refundación del capitalismo para inventar lo ya inventado: el embudo.

TODO INVENTADO
Basura tras la JMJ en Cuatro Vientos (Madrid)

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