Alegría, ilusión. Los Reyes Magos. Un cambio hacia delante. Una nueva etapa. Un nuevo proyecto. Una nueva moto. Incertidumbre, inseguridad, desafío. Una nueva costumbre. Descubrimiento. Taller.
Ah, la vida avanza y los testigos y los actores participamos, cada uno en su medida, desde su posición, de lo nuevo que viene y lo viejo que se va. O de lo viejo que viene. Estos días he asistido a ese nuevo-viejo, a lo nuevo-clásico que nos viene de cerca. El caso es que Proclive, motero mesurado, se ha comprado una nueva moto. Se ha comprado una Harley-Davidson Softail Deluxe de las de toda la vida. Una moto aceramicada que se presenta en toda su anchura bicolor como una fuerza contenida del genio de los humanos de Milwaukee.
Una moto clásica se mira de otra manera. Se mira buscando aquellos elementos que hay que cambiar por el paso del tiempo y se imagina el resultado que se consigue tras esos cambios. Una moto de las de siempre se siente de otra manera porque no tienes que buscar lo que la tecnología te da. Una moto hecha en otro tiempo se escucha con los oídos de la tradición. Una moto fabricada por entonces circula enseñoreándose por cualquier lugar.
El cambio va a ser importante y va a exigir dedicación. Por una parte, va a exigir una atención directa sobre el estado de la motocicleta, cosa que será encargada a profesionales del asunto. Por otra parte, va a exigir un cambio, una reeducación del estilo de conducción y de los hábitos comunes respecto al manejo, especialmente en parado y a baja velocidad. Pero creo, amable lector, que todo lo puede la ilusión nueva del cambio hacia delante, del cambio a mejor.