En tiempos en que Mario Silva a altas horas de la noche publicaba con fervor y desenfreno un viejo informe policial en el que se involucraba a Henrique Capriles Radonski en un acto lascivo dentro de un vehículo en la vía pública, donde también se narraba la presión al funcionario policial por haber tomado medidas contra dicha "figura pública" bañada en poder, en las calles venezolanas, intentando no ser más estigmatizados e invisibles, la comunidad sexodiversa marchaba por las calles exigiendo tolerancia y reconocimiento.
Era ésta una muestra de nuestras contradicciones sociales, las que caracterizan nuestro imaginario que no supera la moralidad y el puritanismo burgués, y que se proyecta al mismo tiempo a la institución de una sociedad de reconocimiento y no discriminación de los grupos sexodiversos.
Nuestras contradicciones en este tema han signado momentos épicos en la política nacional. Desde las presiones de la iglesia para torcer la Constituyente en 1999 (logrando relativo éxito) para evitar cualquier "vacío" jurídico que diera pie a la probabilidad del matrimonio igualitario o entre personas del mismo sexo, hasta la misma candidatura de Capriles, un tipo gay, que intentó y sigue intentando ocultar sus preferencias sexuales. Es este último caso, es en esencia el más emblemático monumento a la hipocresía dada a conocer en el espectro público.
Desde que Chávez bromeó con el "piquito" que le daba a Obama en una foto-montaje publicada por la Benetton y que fue mundialmente famosa, hasta la "multiplicación de los penes" de Maduro, el chalequeo ha signado en la política el a veces escabroso y solapado tema de los géneros y la identidad sexual.
La homosexualidad de Capriles, su extraño noviazgo con Erika de la Vega, que no fue otra cosa que una mampara publicitaria, su novia imaginaria que dijo tener en plena campaña presidencial, que Ramos Allup lo llamara "mariposón" y el estigma del cual ha sido objeto tan peculiar personaje, da cuenta como máximo evento difundido en la política de un personaje "no heterosexual" aunque no de manera abierta, con la posibilidad de ser Presidente de nuestro país en esta era contemporánea.
Muchos pasamos por alto tal evento, enceguecidos en la banalización, pues en Venezuela todavía persiste la consistencia ideológica del machismo patriarcal y la hipocresía, el chiste y la desestimación del(la) otro(a). Podríamos adjudicar tal cosa a nuestro contexto caribe, latino, o simplemente a nuestra cultura de estigma y burla permanente luego de la sistemática y sostenida caricaturización de los homosexuales en programas de "humor" en horario estelar en nuestra decadente televisión.
En lo particular, sobre Capriles siempre dije que para estigmatizarlo no había que referirse a él como "marico", "gay" o que enderezaba plátanos con el culo. No. Más bien dije en aquellos momentos de agitada campaña electoral que su fascismo, clasismo, su hipócrita discurso y los intereses a los cuales él pertenecía eran mucho más que detestables.
Pero la situación en lo político es particularmente grave, pues es en la política donde se dirimen y se debaten nuestras contradicciones sociales y allí las posiciones sobre el tema son preocupantes. En el parlamento venezolano hay posiciones divididas, pero según un estudio que realizara el movimiento sexodiverso venezolano, la tendencia de rechazo a cualquier discusión que permita hallar un asidero legal para la unión civil igualitaria en Venezuela fue mucho mayor entre parlamentarios de la derecha, alcanzando un 70% de los entrevistados.
Vale decir que dichas encuestas fueron anónimas, como si se tratase de indagar si los(as) diputados(as) militaban o no en el Partido Satánico y Pedófilo de Venezuela, o algo así. Entre los(as) diputados(as) chavistas, por otra parte, el rechazo a la unión civil igualitaria sólo alcanzó un 35%. El factor moral-religioso tuvo mucho que ver en este resultado, destacándose la presencia de muchos religiosos católicos y evangélicos en el parlamento. Los representantes de la derecha fijaron posiciones más conservadoras, lo cual es de esperarse si entendemos el pensamiento de la derecha como lo que es: una conjunción de antivalores arcaicos, donde "Dios, la familia y la propiedad" son componentes indisolubles.
La tendencia de rechazo a cualquier discusión que permita hallar un asidero legal para la unión civil igualitaria en Venezuela fue mucho mayor entre parlamentarios de la derecha
En lo interno del chavismo hay un significativo movimiento que intenta crear espacios de discusión y de reconocimiento de la sexodiversidad para así superar el chantaje moral vigente en la sociedad venezolana. Han aparecido en marchas y concentraciones, pero también en lo organizativo, con gran proyección en los espacios de organización social, desde el Gran Polo Patriótico hasta en los Congresos de la J-PSUV, movimientos comuneros, movimientos sociales y todo tipo de congresos del pueblo organizado. Su acción ha servido para superar los antivalores de la discriminación que también se han dado a ver en el mismo chavismo, pues dentro del chavismo confluye casi cualquier interpretación de lo que es revolucionario y no es. En una oportunidad escuché a un camarada afirmar con indignación: "Dejaron meter a este poco de maricos. Eso no es lo que hubiera querido el Comandante".
Quizá el mayor foco de resistencia para el reconocimiento de la sexodiversidad se encuentre precisamente en los sectores más conservadores e hipócritas de la sociedad venezolana. Desde las instituciones tradicionales, hasta sus partidos tradicionales de derecha. Desde una base opositora que ha opinado con consistente rechazo a las demandas de la comunidad sexodiversa chavista hechas públicas, hasta el mismo imaginario social que le impone a Capriles seguir en el clóset si es que quiere sobrevivir en la política. La comunidad sexodiversa ha tenido enemigos hasta inverosímiles, como el mismo Osmel Souza, un tipo que ha degradado a la mujer de maneras impensables, quien dijo abiertamente que el matrimonio gay era una afrenta a la familia y a los valores.
Pero de hecho el peor enemigo a cualquier reforma social en favor de la comunidad sexodiversa es nuestra cultura, nuestro imaginario social, que apenas ha cambiado superficialmente en 15 años de revolución.
Capriles pasará a la historia como el tipo que nunca anduvo en la calle agarrado de la mano con su novio, por ocultarlo, intentando llegar a una presidencia a la que no llegó. Parece el retrato típico de la era victoriana transformado a la venezolana por el "ingenio" de un guionista de Radio Rochela, una caricatura, un chiste de Wilmer Ramírez, un chiste de Charlie Mata, en un show en vivo donde campean el Whisky y el mal gusto. "¿Será o no será? ¡Por supuesto que NO ES!".
La comunidad sexodiversa, por otro lado, debe construir otra subjetividad, amalgamándose entre ella primeramente y así abordar la sociedad venezolana. Su tarea política fundamental, pragmática, es navegar entre las contradicciones.
Por un lado, la Defensora del Pueblo, Gabriela Ramírez, en determinados momentos hizo esfuerzos institucionales enormes para defender a la comunidad sexodiversa, al mismo tiempo en que la presencia casi alarmante de curas y arzobispos en la palestra pública venezolana continúa de manera protagónica, elocuente y escandalosa, dado que ahora ellos se dedican en la política de manera abierta y sin desparpajo. Los avances por una construcción de una sociedad de tolerancia son notables en muchos ámbitos sociales, pero las actitudes regresivas de otros actores políticos es más que consistente.
En cuanto al chavismo, si nos entendemos como una comunidad política heterogénea, debemos abrir una discusión amplia sobre el asunto, entendiendo y reconociendo nuestra subjetividad, así como la necesidad de transformarla como resultado de un proceso colectivo que supere la culturalidad mediática, anquilosada y eclesiástica, y se convierta en dinámica creadora de la tolerancia, del respeto y reconocimiento de la diversidad.
Hay unas máximas encíclicas consolidadas en nuestro legado político revolucionario, que hago recordar para cerrar. Se trata de los artículos 20 y una parte del 21 de nuestra Carta Magna Bolivariana, que dan cuenta del largo camino que todavía debemos recorrer, no sólo en el ámbito del género o la diversidad sexual, sino en todos los ámbitos en que los(as) oprimidos(as) nos reconocemos como tales:
Artículo 20. Toda persona tiene derecho al libre desenvolvimiento de su personalidad, sin más limitaciones que las que derivan del derecho de las demás y del orden público y social.
Artículo 21. Todas las personas son iguales ante la ley; en consecuencia: 1. No se permitirán discriminaciones fundadas en la raza, el sexo, el credo, la condición social o aquellas que, en general, tengan por objeto o por resultado anular o menoscabar el reconocimiento, goce o ejercicio en condiciones de igualdad, de los derechos y libertades de toda persona. 2. La ley garantizará las condiciones jurídicas y administrativas para que la igualdad ante la ley sea real y efectiva; adoptará medidas positivas a favor de personas o grupos que puedan ser discriminados, marginados o vulnerables; protegerá especialmente a aquellas personas que por alguna de las condiciones antes especificadas, se encuentren en circunstancia de debilidad manifiesta y sancionará los abusos o maltratos que contra ellas se cometan...