Fue el turno de una amiga mía (rubia, por cierto), de hablar delante de los allí presentes. Y lo hizo la mar de bien. Olé por ti, Teresa.
Si hubiera tenido que enfrentarme a profesores, familiares venidos de más allá del horizonte y a compañeros que parecían estar derritiéndose bajo las togas, me habría pensado dos y tres veces qué decir.
Hoy, mi público es muy diferente. Así que, aquí voy. Sin rodeos.
Cerrar etapas es una mierda. Nos acostumbran a madrugar, a llevar un horario establecido de antemano y a que los desayunos sean siempre a la misma hora. Nos acostumbran a las mismas caras, a las mismas palabras de saludo y al mismo 'hasta mañana', que al final del día se convierte en un 'suerte en la vida'.
No con todos, pero con la mayoría.
Me gusta eso que dicen de que la vida empieza donde acaba la zona de confort. A los 18, la zona de confort era el colegio, el uniforme y la idea de crecer, pero no tanto.
Y lo superamos.
Hasta hace más bien un suspiro, la zona de confort era buscar sitio para aparcar, la misma línea de autobús y los cafés en vaso de plástico de la cafetería.
Y nos toca superarlo.
Salir de la zona de confort significa, en otras palabras, crecer, madurar, cargar con responsabilidades a la espalda. Y eso, sí es una mierda.
Pero lo superaremos, como todo lo demás.
Negarse a crecer no impide que tengamos que hacerlo. Mejor resignarnos y buscar el mejor camino, que empieza dando un paso hacia delante, después otro, y así hasta llegar. ¿Llegar a dónde? Eso ya es cosa tuya.
La parte perra de pasar página y acabar el libro es todo lo que dejas detrás. Recuerdos que llevan al drama: las despedidas.
Cuando nos despedimos de alguien con quien hemos compartido un rato largo de risas, momentos de tensión o de incertidumbre, o cualquier sensación que implique ir más allá de lo puramente racional, duele. Es una leve sensación de vacío, que se incrementa dependiendo del hueco que esa persona tuviera. De lo profundo de su huella.
Y es que todo, absolutamente todo, deja huella. Bien en forma de un par de calorías de más, o en forma de risas de menos. No podemos permanecer impasibles ante lo que se va, aunque los haya con hielo en las venas que intenten aparentar que todo da igual, que todo les va y les viene y que lo que entra por un oído, sale por el otro.
Mentira. Cualquier persona que pase por tu vida va a dejar su marca, buena o mala, y tendrás que vivir con ello. Hazte a la idea.
Cerrar etapas, es algo que hacemos constantemente y que nos tocará hacer por el resto de los siglos. Salimos del colegio para entrar en la universidad, cambiamos de trabajo, emprendemos un viaje, dejamos nuestra casa para mudarnos a otra en la calle de abajo o en el continente de al lado.
Y por el camino dejamos a personas, como migas de pan, a las que esperamos encontrar a la vuelta de la esquina. A veces sí, otras no.
Y lo superamos, como hemos hecho con todo.