Una noche con pocas sorpresas pero mucha sangre sobre el escenario
¿Sería
una gala reivindicativa? ¿Se ceñirían sólo al séptimo arte y dejarían
el politiqueo a un lado? Finalmente, para disgusto de los
partidarios de no mezclar manzanas con plátanos y para regodeo de otros
más acordes con la idea de meter cañita al Gobierno, la gala de la XXVII edición de los Goya
estuvo muy marcada por un tono reaccionario ante la situación
económica, social y cultural del país, con especial celo en los recortes
al sector y Wert, que prefirió echar unas partidas al Apalabrados mientras Enrique González Macho,
presidente de la Academia, pronunciaba su acertadísimo discurso anual,
un alegato recriminatorio por la subida del IVA en el que también hubo
lanzas para los recortes en TVE, la piratería y la supresión del cánon
por copia privada.
En cuanto a la organización del evento, la gala prefirió acogerse al mismo formato utilizado en el 2012, con una Eva Hache
efectiva que repartió hostias como panes en sus monólogos y que
protagonizó sketches más o menos acertados simulando escenas de las nominadas. Tampoco
faltaron los agradecimientos interminables, números musicales, el
recordatorio a las personas de la industria fallecidas este año o la
cagada de turno, y eso que no estaba Sara Carbonero.
Los premios no estuvieron demasiado repartidos y la protagonista de la noche no sólo fue Blancanieves, sino también la injusticia de unos galardones que ningunearon a Grupo 7,
lo mejor del año en nuestra opinión, una lástima que la sensación de
satisfacción plena que experimentamos en el 2012 con la ultra
merecidísima victoria de No Habrá Paz para los Malvados, se desvaneciera anoche al desvelarse el palmarés, aunque gran parte de nosotros se lo temiera desde que la de Pablo Berger comenzó a llenar la boca de la crítica.
Os contamos el resto de los detalles que rodearon la gala de los Goya 2013, tras el salto.
Como
decíamos, fue una velada que no se contuvo a la hora de mostrar su
descontento con los tijeretazos y encarecimiento sobre el sector
adoptados por el Gobierno español, lo que a muchos espectadores les
produjo la impresión de hallarse ante un mitin antes que frente a una
entrega de reconocimientos del séptimo arte. Pero no debemos olvidar
que, al fin y al cabo, nos guste o no, los Goya son un evento público y
es por ello que reflejan el malestar de toda una sociedad afectada por
una misma causa, sólo que ellos, por suerte, pueden pronunciarse ante un
micrófono seguros de que millones de personas en sus hogares les van a
escucha.
La gala comenzó con un homenaje a Berlanga y Bienvenido Mr Marshall. Eva Hache,
tal y como sucedió el pasado año, volvió a dar lo mejor de sí misma y
amenizó el evento con unos monólogos arrolladores que a más de uno le
sacaron los colores y la vergüenza. La presentadora, que intercalaba sus
intervenciones nuevamente con recreaciones que introducían a la humorista
en las escenas de cada una de las nominadas, no dejó títere con cabeza y
además, evitó cantar en esta ocasión. Gracias, Eva, ya sólo falta que
te cambien de estilista y así por lo menos no pareces sacada de Zoolander.
Ayudaron también a colmar la gala de carcajadas los siempre enorme Carlos Areces, Javier Cámara y los chanantes Ernesto Sevilla, Joaquín Reyes, Raúl Cimas y Julián López,
que se infiltraron entre las butacas del público reivindicando
gilipolleces que deseábamos que no terminaran nunca tras soportar el
tramo intermedio del evento, el más flojito de la noche. Otro que asestó
su cuchillada fue Corbacho, que no se cortó ni media al dirigirse a Wert y saludarlo "sólo al 21%".
Quienes no pararon de subir al escenario fueron los integrantes del equipo de Blancanieves,
que se hizo con diez trofeos, entre ellos los de Mejor Película, Mejor
Actriz Revelación, Mejor Actriz y Mejor Guión Original, arrebatando el
protagonismo a la superproducción de Juan Antonio Bayona, que se
tuvo que conformar con el de Mejor Dirección y los reconocimientos en
los apartados técnicos, coleccionando un total de cinco Goyas. Lo de la
muda dolió y mucho, sobre todo teniendo en cuenta que Grupo 7 se fue prácticamente con una mano delante y otra detrás. Al menos Juan Villagrán pudo presumir de merecido cabezón. Eso sí, la gran perdedora fue sin duda El Artista y la Modelo, que no se agenció ninguno de los doce premios por los que competía. Quizás a Trueba le hubiera ido mejor si en lugar de a Aida Folch hubiera puesto a Areces enseñando el ojete.
No moló tampoco la victoria de Intocable en el apartado de Mejor Película Europea, porque en comparación con Shame (crítica aquí) o En la Casa (crítica aquí), la premiada se queda sin argumentos de su éxito. Menos mal que por lo menos la desternillante Juan de los Muertos salió vencedora en el premio a la Mejor Película Iberoamericana.
Las Aventuras de Tadeo Jones
fue otra de las grandes triunfadoras de la fiesta. La película no sólo
se hizo con el Premio al Mejor Film de Animación, sino que ganó terreno
en otras categorías como la de Mejor Dirección Novel, un síntoma
inequívoco de la gran consideración que empieza a alcanzar el formato,
aunque ojito porque lo de acercarse a la maestría de Pixar con Tadeo es
casi irrisorio.
En
general y por fortuna, salvo alguna excepción, los discursos de los
premiados fueron parcos en palabras. Especialmente emotivo fue el de José Sacristán, que al fin recogió su primer Goya, un galardón que llega tardío y un reconocimiento a toda su carrera más allá de El Muerto y Ser Feliz. El intérprete con esos aires teatrales de grandeza que tanto carácter y respeto le imprimen quiso recordar y agradecer al fallecido Pedro Marsó la oportunidad que le brindó en su día. También llamativo fue el de Candela Peña,que al recoger el Premio a la Mejor Actriz de reparto por Una Pistola en cada Mano reclamó con un par lo que toda madre querría para sus hijos y para ella, educación, sanidad y un trabajo.
La cagadita de la noche la protagonizaron Adriana Ugarte y Carlos Santos
al anunciar la ganadora en Mejor Canción, errando en la promulgación
del dictamen y abochornando el momento de júbilo del equipo de Los Niños Salvajes, cuyos miembros tuvieron que volver a sus asientos cabizbajos y ser testigos de cómo la gente de Blancanieves les quitaban de las manos el galardón. Esto en los Óscar no pasa.
En
definitiva, unos premios predecibles y, quizás para muchos de nosotros,
injustos, que se desarrollaron en una gala con altibajos de
entretenimiento del todo reivindicativa que prefirió no arriesgar
demasiado con la introducción de nuevas fórmulas, repitiendo los
recursos cómicos de la pasada edición, porque si algo funciona, para qué
cambiarlo. Nosotros, desde La Palomita, proponemos que el año que viene
sean los chicos de Muchachada los que, junto a Hache, presenten el
evento, porque unos reconocimientos justos a lo mejor no, pero tres horas de descojono continuo estarían aseguradas.
/Imágenes vía RTVE y agencias.