Cuando llego al consultorio, la recepcionista me ve y ya le cambia la cara. Sin señal de celular, con cuatro chicos cansados y la paciencia al límite, arranca la hora más intensa de la semana
Ir al pediatra es una de las tareas más estresantes del planeta. Es el momento donde sentimos que se nos juzga por cada decisión que tomamos desde el último control y se nos baja línea sobre la crianza de una manera que ya sabemos que no podremos cumplir a rajatabla.
A esta altura, me tomo una media hora antes de encarar la tarea para respirar, tomar aire y sobre todo fuerzas para enfrentar el momento. No me resulta fácil. Mientras pasa el tiempo, hago memoria de las preguntas que me hizo en el último control y las sugerencias que me marcó para este período: es hora de que la más chica duerma en su cama, hay que agregar verduras verdes a la dieta, la etapa de los caprichos ya pasó, es hora de poner límites.
Esa media hora de relajación termina siendo un tiempo para ir armando mi defensa. No me gusta mentirle al que vela por la salud de mis hijos, pero exagerar un poco tampoco lo veo tan mal.
Primer paso:
Dejo para el final del día anterior contarles a los chicos que hay que visitar al pediatra. Que no quiero, que me siento bien y que no tengo nada son algunas de las frases multiplicadas por cuatro que se escuchan en casa al hacer el anuncio. Ya sé lo que van a decir y no hay mucho que pueda hacer, quizás esperar que pasen los años para que entienden que es por su bien y que esto me hace ser una buena mamá.
La recepcionista:
Llegar a horario es una tarea titánica. ¡Entro agotada y todavía no empezó! Trato de respirar aplicando los ejercicios para el parto, que en aquel momento lejano mucho no me hicieron pero ahora me vienen como anillo al dedo. Entrego credenciales y firmo papeles mientras los chicos me hablan, me preguntan y me insisten por si todavía no me quedó claro que ellos no quieren estar ahí.
La sala de espera:
Logro ir mandándolos uno a uno a la sala de espera. Es pequeña y está llena de juguetes. Los mayores se quejan porque sus aparatos electrónicos están con poca batería, porque no hay Wifi y por ende van a tener que esperar simplemente esperando. Los menores se empeñan en elegir aquellos juguetes que están usando los otros chicos. Todo el resto no les importa.
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