Me gustó el título de esta novela, ya sabéis que para estas cosas a veces soy muy superficial y aunque su sinopsis no me entusiasmó porque que el tema del terrorismo de ETA no me atrae especialmente en una novela, el hecho de que se la catalogara como novela negra y que se indicara que está basada en hechos reales, terminó de animarme y no sabéis cómo me alegro de que así fuera porque este libro esconde muchísimo más de lo que aparenta. Hoy os hablo de “Todo lo que vino después”.
Sinopsis
Corre el año 2004 en Muriga, un tranquilo pueblo del País Vasco con más secretos que habitantes. Han pasado cinco años desde el secuestro y asesinato de un joven político local, padre de familia, y la vida en Muriga casi ha vuelto a la normalidad. Sin embargo, tras los atentados de Atocha en Madrid, el pueblo se enfrenta a su propio pasado turbulento: todo el mundo sabe quién apretó el gatillo en aquella ocasión, pero ¿es el joven que está ahora entre rejas el único culpable?Todo lo que vino después va desvelando capa tras capa de un crimen en el que han intervenido la historia, el amor y la traición. La narración de tres habitantes del pueblo –la hermosa viuda del concejal asesinado, el adolescente radical ahora encarcelado por el crimen y un anciano profesor americano que esconde su propio pasado traumático– explora las claves de lo que realmente sucedió. Y para ellos ha llegado por fin el momento de enfrentarse a lo que puedan averiguar de la verdad.
Inspirado en una historia real, Todo lo que vino después es una novela profunda y polifacética sobre una clase de violencia que puede surgir cuando menos se espera. Intenso, elegante y evocador, el debut literario de Urza refleja el mundo en que vivimos y marca la llegada de un nuevo y brillante escritor.
El autor
Gabriel Urza obtuvo un máster en Bellas Artes por la Universidad de Ohio. Su familia procede del País Vasco, donde él ha vivido varios años. Ha recibido una beca del Instituto de Estudios Internacionales Kellogg, y sus relatos y ensayos han aparecido en River Teeth, Hobart, Erlea, The Kenyon Review, West Branch, Slate y otras publicaciones. Obtuvo también el título de Derecho por la Universidad Notre Dame y ha trabajado varios años como abogado de oficio en Reno, Nevada.
Mi opinión
Los atentados del 11 de marzo de 2004 son el punto de partida de “Todo lo que vino después”. Las primeras noticias apuntaron a la autoría de ETA y esto hace que en Muriga, un pequeño pueblo ficticio del País Vasco, se abran las heridas al volver la vista atrás y recordar el secuestro y posterior asesinato de José Antonio Torres, un joven concejal del PP que residía en el pueblo junto a su mujer, Mariana, natural de allí, y su hija pequeña.
Tres son los grandes protagonistas y a ellos corresponden las tres voces narrativas de esta novela coral que nos llevará por los entresijos del problema político y terrorista que ha existido en el País Vasco. Mariana, una víctima como tantas otras, viuda del concejal asesinado. Iker, el joven que hoy cumple condena por aquel crimen cometido cuando era un adolescente radical. Y Joni, un viejo profesor americano que desde los años 50 dio clases de inglés en un colegio privado de Muriga, el colegio al que asistía Iker. La elección de estos tres narradores, todos ellos en primera persona, puede darnos ya una idea de lo que vamos a encontrar en “Todo lo que vino después” y es que no es una novela negra con un asesinato que hay que investigar para descubrir al culpable. En esta novela desde el principio eso lo sabemos y realmente estamos ante un thriller político en el que lo importante es el cómo se llegó a esa situación, e incluso cómo se ven a ellos mismos esos tres protagonistas que irán alternando sus voces ofreciendo al lector tres puntos de vista muy distintos.
Gabriel Urza
Narrar una historia en primera persona siempre es arriesgado ya que si el lector no consigue entender al protagonista toda la historia puede irse al traste, no se trata de simpatizar con él, pero sí de ser capaz de comprender sus motivaciones y sus actos. Y Gabriel Urza esto lo consigue creando tres personajes profundamente humanos, llenos de matices, de sombras y de luces, y no cayendo en lo fácil, es decir, no haciendo una novela de buenos y malos. De este modo, a través de los numerosos diálogos internos de los protagonistas y con una narración con continuos saltos en el tiempo, el autor nos adentra en su pasado y en su presente y en mi caso sufrí una curiosa transición. Y es que ante mi propio estupor vi cómo durante la lectura pasé de estar preguntándome por qué un adolescente de una familia digamos normal y en cierto modo acomodada, alumno de lo que parece ser un elitista colegio privado, un buen estudiante en general que incluso empieza ya a pensar en la universidad, se ve inmerso en unas ideas que al principio no parecen ser las suyas y termina participando en unos actos de kale borroka que terminarán yendo mucho más allá. Y ese estupor mío del que os hablaba viene cuando empiezo casi a entender a Iker, cuando empatizo con él, cuando Iker se convierte ante mis ojos en una víctima más de la violencia.Os hablaba de los diálogos internos de los tres protagonistas y quiero destacar que es justamente lo que más me ha sorprendido en esta lectura porque a través de estos diálogos cargados de dolor, de culpabilidad y de preguntas, la novela gira hacia un tono intimista que invita al lector a reflexionar sobre todo lo que Mariana, Iker y Joni nos exponen. El autor, con gran acierto, expone todos los puntos de vista, el de la víctima, el del ejecutor e incluso el del extranjero que lleva años viviendo allí, que entiende muchas cosas y que llega a sentirse a veces uno más, pero que aún así y a pesar de las décadas transcurridas, no deja de ser un extranjero. Con todas estas perspectivas, Gabriel Urza no toma partido por nada ni por nadie, expone hechos, sentimientos y emociones ante un lector que sin remedio se ve abocado a reflexiones que no siempre son fáciles.
La prosa de Gabriel Urza es sencilla y a la vez muy cuidada. Su estilo en todo momento huye de cualquier dramatismo. Con pulso firme mantiene el ritmo y la tensión narrativa y va proporcionando poco a poco la información que el lector demanda mientras se ve envuelto en el ambiente que el autor dibuja con gran acierto. No importa que Muriga sea un pueblo ficticio, las descripciones son tan precisas que rápidamente nos trasladaremos hasta allí consiguiendo el autor una magnífica ambientación que va más allá de los paisajes y los espacios porque en “Todo lo que vino después” podremos respirarlo todo: el clima, el idioma, las costumbres, la cultura de un pueblo y sus habitantes y, por supuesto, el contexto político y social.
En definitiva, “Todo lo que vino después” es un thriller político con un marcado carácter intimista y reflexivo. Una novela ambiciosa que toca un tema muy delicado y lo hace con acierto, con muchísimo tacto y con gran sensibilidad. Una novela que no dudo en recomendaros.