Colaboro con el Centro de Estudios Africanos de Barcelona. Este texto formó parte de mi colaboración boletín del mes de marzo de 2012 del CEA.
En la misma mansión del West End de Londres donde la entonces Rhodesia, actual Zimbabue, negoció en 1979 su independencia del Reino Unido, el actual Primer Ministro David Cameron lideró la Conferencia de Londres sobre Somalia el pasado día 23 de febrero. La reunión pretendía ser un punto de inflexión en la gestión del conflicto somalí ahora que cuestiones como la piratería y la hambruna han vuelto a situar a Somalia en la agenda mediática internacional. Sin embargo cualquiera que vea el comunicado final y lea las crónicas de quienes asistieron se sentirá profundamente decepcionado con los resultados, a pesar de las sonrisas y las posturas de éxito que todos los mensajes oficiales transmitieron.
La Conferencia tuvo su prólogo con la decisión del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas del 22 de febrero de pasar de 12.000 a 17.731 los efectivos militares de la misión militar para Somalia, AMISOM, y el bloqueo al comercio del carbón somalí, a través del cual se financia parte de Al-Shabaab. Esta decisión no hizo más que reforzar las temáticas sobre las que estaba planificado el encuentro: (i) seguridad y terrorismo; (ii) el futuro del Gobierno Federal de Transición; (iii) la AMISOM; y (iv) la piratería en el Índico.
La Comunidad Internacional, a pesar de la situación humanitaria que atraviesa Somalia, está volcada en resolver sus propios dilemas de seguridad en la región. El camino a seguir lo marcó la Secretaria de Estado de la Administración Obama, Hillary Clinton, al afirmar antes de la conferencia que Estados Unidos no negociaría con Al-Shabaab. Precisamente la relación de Al-Shabaab y Estados Unidos es la que ha conseguido cambiar el mapa político de Somalia en los últimos años.
Con la decisión de los servicios de inteligencia de la Administración Bush, en 2006, de convertir a los señores de la guerra en agentes antiterroristas en Somalia, se quebró el frágil pacto en los Tribunales Islámicos. Este nuevo orden, auspiciado por el fracaso norteamericano en su segunda intervención directa en el país, tuvo como consecuencia la inclusión de Al-Shabaab en la lista de organizaciones terroristas internacionales de Washington y la consiguiente retirada de fondos de ayuda –actualmente éstos son una octava parte de los de 2008. Además, la prohibición de realizar negocios con entidades somalíes ha llevado casi al cierre en diciembre de 2011 del actual sistema de envío de remesas, la hawala, poniendo en peligro los casi 100 millones de dólares que los somalíes de la diáspora envían a sus familiares cada año.
Tras el fracaso norteamericano de las intervenciones a través de los señores de la guerra somalíes, la nueva estrategia de Washington consistió en la extroversión militar del conflicto, implicando a Etiopía y Kenia. La inclusión de estos dos actores regionales ha hecho más fuerte a Al-Shabaab. Su discurso se ha dotado de una legitimidad de defensa del territorio frente a las potencias enemigas y ya se habla de una alianza con diferentes centros de Al-Qaeda. Aún a pesar de que su fuerza militar es débil, Al-Shabaab está preparando una ofensiva y aumentando sus bases de militancia entre los jóvenes somalíes.
Sin embargo el foco de la Conferencia no giró en torno a las causas globales de la situación actual en Somalia. Exclusivamente se centró en actores locales. Respecto al Gobierno Federal de Transición, cuyo mandato está actualmente prorrogado por un año, se determinó que ha fracasado en la consecución de todos sus objetivos, incluido el de aumentar su representatividad entre los diferentes clanes. Se decidió por tanto que en agosto de este año finalizará su mandato, tal y como estaba previsto, y se dará paso entonces a la celebración de una Asamblea Nacional con pretendida representatividad territorial. Todas las decisiones a este respecto fueron aplazadas para la reunión de Estambul, en junio de este año.
La preocupación del premier británico David Cameron pasaba por negociar soluciones a los problemas de la piratería en el Índico. Para el Reino Unido, contar con libertad de paso por esta zona es de máxima prioridad. Sin embargo las soluciones planteadas pasaron por un incremento de los fondos destinados a la lucha contra la piratería de manera local. Especialmente a través de Putland, dejando de lado el hecho de que varios centros de poder de este negocio se sitúan fuera de territorio somalí –se habla de Nairobi, Suez y hasta de la propia Londres.
Las conclusiones de la Conferencia no podrían haber sido más decepcionantes. De hecho, unos días antes de la celebración se filtró un borrador de comunicado tan vacío de contenido que se esperaba hubiera sido cambiado tras la celebración de la misma. Finalmente el comunicado filtrado y el final fueron casi idénticos, constatando el fracaso de la Comunidad Internacional y de los agentes somalíes implicados en este proceso.
Resulta significativo que la Conferencia apenas tratara de cuestiones humanitarias, pero que dijera haber escuchado la voz de los somalíes. Más aún cuando seis meses después de la declaración de Somalia como estado de hambruna por Naciones Unidas se calcula en 325.000 niños y niñas los que sufren desnutrición aguda. Según datos de Oxfam 2,3 millones de personas necesitan acceso a ayuda humanitaria, encontrándose el 31% en situación crítica. Y sin embargo los países donantes continúan anclados en utilizar la ayuda humanitaria como una herramienta de seguridad más a su alcance. Obviando criterios humanitarios, presionan a las organizaciones humanitarias para que se garantice el acceso de las poblaciones “liberadas” de Al-Shabaab. Es decir, se quiere utilizar la ayuda humanitaria como un dividendo de la paz para que la población se enfrente a dicha organización, en lugar de atajar el desvío que el Gobierno Federal de Transición ha hecho de la misma –calculado en torno al 11% del total.
La Conferencia, por mucho que se vanaglorie de ello en su comunicado final, no ha escuchado las voces de los somalíes que sufren el conflicto. La fuerte y movilizada sociedad civil somalí no ha tenido acceso ni representación en esta reunión y sus soluciones a la violencia no están siendo escuchadas en ningún foro de importancia. La Comunidad Internacional, en connivencia con los autores de la violencia local, está promocionando la extensión de una receta para la paz que básicamente obliga a la creación de una estructura estatal sostenida por los represores de antaño y los de hoy día. Una receta que además prevé la implicación de actores privados internacionales en la reconstrucción de la nueva Somalia, siempre con cargo a la deuda estatal del país y, por tanto, siempre perpetuando las asimetrías de poder y las injusticias que perpetúan la situación de conflicto.
Mientras el enfoque de este tipo de acuerdos para la paz continúe siendo el de perpetuar los modelos de paz liberal, centrados en promocionar los actores de la violencia local sin incidir en las redes globales implicadas en el conflicto, la situación no revertirá y la construcción de unas verdaderas bases para la paz en Somalia estarán cada día más lejos.