Revista Cultura y Ocio

Todo por la napia

Publicado el 28 noviembre 2015 por Icastico

Cómo está la cosa. Se ha colado la coca en la campaña electoral, la cocaína, claro, no hablo del refresco. Vaya por delante y por detrás que al menda le importa un carallo si tal político se fuma un porro o hace un dueto con la Marijuana y su “trompeta”, incluso si es adicto a la “almeja de tierra” a las finas tangas. Me preocuparía, eso sí, que una vez en el gobierno pariera decretos leyes entre canuto y canuto, como parece que se ha hecho en la moribunda legislatura solo que los efectos alucinógenos los ha padecido el pueblo ipso facto y los seguirá padeciendo. Pero no queda bien, ya sabemos aquello de que uno puede hacer lo que le salga del escroto, respetando al respetable, pero un personaje público con aspiraciones, no, estos deberían y deben dar ejemplo de todo aquello que preconizan pero andan tan mal de gramática que no saben lo que es un condicional ni un presente cuando les obliga a ellos el verbo.

Para acabar de ilustrarlo recurro a un viejo y soez chiste. Comiendo un tipo en un restaurante de prestigio encuentra un pelo en la sopa, protesta enérgicamente al propietario del local y este despide al cocinero que, rencoroso, sigue al comensal desde su salida hasta la llegada al nuevo destino, que no era otro que una cita con una damisela a la que le practica un cunnilingus profundo, observado por el despechado cocinero con hábiles artes. Espera a que salga el “buceador” y le recrimina en alto: “Manda cojones, por su culpa me despiden al hallarse un pelo en su sopa y usted aquí, haciendo lo que he visto”, a lo que responde el aludido, “cuidado, caballero, cada cosa en su sitio, la misma reacción hubiese mostrado de encontrar un fideo en el coño de la señorita”

El “monedero” de las ocurrencias tiene variada calderilla, que para eso están. Una de ellas es la insinuación tan bien pergeñada que parece una afirmación, una acusación o denuncia. Para tal fin conviene tirar de metalenguaje más que de la propia palabra, de la paralingüística, esa colección de recuros no verbales, o sea, gestuales, que constituyen magnífico pincel impresionista que acaba definiendo un cuadro como si de una foto se tratase. Y en la foto sale uno de los políticos de la nueva hornada, un ciudadano de “ciudadanos”, aspirante a presidente de gobierno y al que, con la técnica referida, se le ha tachado de consumir cocaína, tirarse unas rayas, esnifar, vamos, un “farlopito” de la vida, que hasta ese mote le han puesto en malvados foros. (Añado de mi cosecha que ya había reparado en un tic del interfecto, consistente en tocarse la nariz cada dos por tres sin que con ello insinúe nada, mucho ojo). El aludido ya ha dicho que va a presentar una denuncia, cosa que dudo. En caso de hacerlo y que por ello “el pintor” se vea ante una importante indemnización puede, a través de sus abogados, pedir el análisis de cabello que confirme que en la “raíz” del “peliagudo” caso se aloje tan ricamente un “rastrillo” de Coca. Claro que todo esto son pajas mentales de un servidor y tal vez constituya una aberración jurídica que nace de mi supina ignorancia. Caso de no ser tan paja ¿se lo haría?, el análisis, digo.

Lo que sí veo con claridad es que gracias a este episodio la formación en la que militó (y fundó) el hábil impresionista “podemos” pensar que ha conseguido cuota en todas las pantalla en un momento crucial en el que resulta imprescindible encontrarse en primera fila, con la meta de la agotadora campaña electoral a la vista. Que le hablen de cuota a Mariano presidente, quien larga en directo una colleja a su hijo en pleno programa de “fubol”, que junto con el puro y el Marca ya solo aspira al cielo, si lo aguantan; le tiran tanto como la terrestre almeja o un prieto “cerito”, para quien guste más de esta alternativa. Habrá cosa más tierna que propinar al vástago un público cachete proclamando de este modo la autoridad de un líder y padre a la antigua usanza. Le roba tanto espacio a la agenda para propiciar estos momentos estelares y electorales que no le queda ninguno para un debate a cuatro “por si nos aburrimos”. Por si le salta el infalible ojo polígrafo.


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