Hace unos días que, haciendo un repaso a las entradas de este blog sobre blogging, me he dado cuenta de que quizá os lo haya pintado todo demasiado bien. Es cierto, siempre he hablado de trabajo, de constancia y de sacrificios de horas, que son términos que pueden sonar negativos, pero es cierto: ser blogger, como todo en esta vida, tiene un lado oscuro. Y si alguien te dice que esto es un mundo de yupi sin ninguna desventaja, no te fíes, miente.
Hoy quería traeros ese lado oscuro que tiene el tener un blog y mantenerlo. Así que aquí van algunas de esas cosas menos buenas que, a veces, nos hacen reflexionar y cuesitonarnos todo, desde por qué narices decidimos abrir un blog hasta por qué no sería mejor cerrarlo.
1. Mantener un blog en el tiempo, conlleva esfuerzo: esto es así. Mantener un blog actualizado, en diseño y en contenido, requiere mucho esfuerzo, horas delante del ordenador y una dedicación que no todo el mundo está dispuesto a (o no puede) asumir. Hay quien dirá que un blog no debe ser una obligación pero, en realidad, ¿qué entendemos por obligación? Es cierto, no tenemos un jefe que nos diga cuándo publicar ni cómo, ni tampoco tenemos unos objetivos que cumplir para llegar a final de mes (algunos suertudos, que viven de ello, claro que sí), pero realmente tener un blog es adquirir un compromiso para hacerlo crecer y hacerlo bien, y eso sólo se consigue invirtiendo tiempo y esfuerzo.
2. El tiempo que empeñas en tu blog, no siempre estará compensado: a veces escribes un post que no te ha llevado mucho trabajo y recibes miles de millones de respuestas. Y eso, seamos sinceros, te gusta, como a todos. Pero es cierto, es inevitable desanimarte cuando, después de echarle varias horas a un post o a una iniciativa gestionada a través de tu blog, nadie o poca gente lo reconoce y suenan grillos en tus estadísticas. El ejercicio que toca hacer en este momento es el de respirar hondo y pensar que lo has hecho bien. Date por satisfecho (contigo mismo has cumplido de sobra), sigue trabajando y vuelve a intentarlo.
3. Tener un blog a veces es ir de prueba en error: si has ido más allá del siemple hecho de gestionar tu blog subiendo lo que te da la gana cuando te da la gana, habrás creado quizá una pequeña comunidad en torno a él a la que le apetezca leer ciertas cosas. Notarás que ciertos posts tienen mucho más éxito que otros, según sus temáticas o los puntos que trates. Probar cosas nuevas es arriesgarse a que esa comunidad acoja o no tu nuevo contenido y puede que se convierta en un proyecto fallido pero es verdad, por lo menos lo has intentado.
4. No siempre sabes sobre qué escribir: ¿crees que las ideas crecen de los árboles o que las mentes de aquellos blogueros de más éxito están plagadas de ideas e inspiración? No. Trabajar la inspiración y el pánico a la entrada en blanco, es un ejercicio del día a día. Si fijas unos días concretos de subir una entrada y resulta que no tienes nada planeado y te toca improvisar o simplemente cuando te bloqueas (como a cualquiera que se dedica a algo más o menos creativo le pasa a veces), puede ser difícil recuperarte de una primera crisis de pánico NOTENGONADAPARAELPOSTDEHOY. ¿La mejor parte de esto? Que no pasa nada. Que precisamente porque es tu blog, y porque aunque has adquirido un compromiso para actualizarlo pero no es una obligación, puedes pasar sin escribir un post el día que toca. Siempre y cuando, por supuesto, a partir de ese momento intentes planificar un poco mejor los contenidos.
5. Puedes encontrarte con algún troll que decida molestarte: generalmente actúan desde el anonimato, se meten con cualquier cosa que hagas/escribas y aparecen por tu blog con mucha frecuencia si les das bombo. Mi consejo es que les ignores. Sin más. En cuanto no consigan lo que quieren (llamar la atención) se irán igual de pronto que vinieron.
6. A veces preguntas y no recibes respuesta: muchas veces quieres la respuesta de tu audiencia ante una pregunta sobre qué es lo próximo que quieren leer o pides ayuda/colaboración a algún blogger más experto que tú y en ninguno de los dos casos (y en tantos otros) recibes nada. Silencio total.
7. Más de una vez te dices, “¿qué hago yo aquí?” y te planteas liarte la manta a la cabeza, cerrar el chiringuito y desaparecer una buena temporada. Resulta que, o bien tu blog ya no te gusta, o has perdido de vista tu objetivo o has empezado por una crisis de inspiración de las que he mencionado antes y con la tontería, llevas semanas sin actualizar.
En realidad, podría seguir la lista, pero prefiero parar aquí. No está bien tampoco regodearse en los aspectos negativos de ciertas cosas porque al final te terminan contagiando. ¿Y todo esto a qué viene, entonces? Viene a que tener un blog, es cierto, parece fácil, pero en realidad todo depende del compromiso adquirido que tengas con el. Muchas veces creemos que tal o cual cosa decepcionará o provocará descontento en los demás, sin darnos cuenta de que lo primero que cuenta en un blog es quien lo escribe, porque sin él no estarían tampoco los que leen. A veces la cuestión es hacer como con todo en la vida: valorar cosas malas y cosas buenas, ponerlas en una balanza y actuar en consecuencia.
Yo actualizo a un ritmo vertiginoso que a veces me agota, tengo que preparar mis posts con antelación y a veces no obtengo los resultados que quisiera, pero me puedo tomar vacaciones cuando esté muy saturada y tener un blog me hace sentirme muy productiva, me obliga a mantenerme informada, mejora mi escritura, afila mi aptitud crítica y potencia mi talento y aprendizaje. Creo que todas estas cosas buenas (a demás de las palabras que, de vez en cuando, me brindáis los lectores por aquí o vía mail) compensan de sobra las cosas malas que, por otro lado, después estos años de aprendizaje, ya sabía que existían.
Animaros a sopesar las cosas malas, cuestionaros todo lo que hagáis, pero no dejéis que el lado oscuro de vuestra pasión os haga abandonarla. Al fin y al cabo seguir adelante es lo más importante, ¿verdad?