A la vez que escribía la entrada anterior en la que mostraba mi preocupación por la falta de ilusión de nuestra chica con síndrome de down, pedí a la profesora de Teresa que la pusiera alguna tarea todos los días, no solo los viernes que era cuando habitualmente la llevaba y ha sido todo un acierto.
Viene con una ficha casi a diario, normalmente para rellenar números y pintar y para la pequeña ha sido un revulsivo. Se hace absolutamente responsable de su hoja, se sienta con sus hermanas y se encarga concienzudamente de completarla. Esto no significa que la haga perfecta o que a veces no se canse y no quiera seguir, pero ha habido un cambio desde entonces. Y lo que es mas importante, para bien.
La profesora es un referente ahora para Teresa. Lleva ya varias semanas que la nombra con frecuencia, hablando con naturalidad y respeto de "su profe". Y observo que acude mas conforme al colegio. Respiramos tranquilos. ¿Quien no tiene una época de hartazgo?.
Pero a la orientadora del centro, que es la profesional que entre otras funciones, se encarga de la correcta escolarización de los niños con necesidades seguimos sin verla. Si es de ella de quien depende la solicitud de recursos, la tramitación de los diferentes informes médicos para intentar conseguir algún apoyo extra etc, entonces estamos perdidos.