La de hoy ha sido una tarde ventosa de junio, así que Ana y yo nos hemos puesto a crear alta joyería (que tiemble la familia Tous).
Hay manualidades que marcan generaciones y esta es una de ellas (que levante la mano el que no haya hecho un collar cargado de hidratos de carbono) así que ¡aquí está nuestro homenaje al collar de macarrones!.
La primera reacción de Ana ha sido decir: -¡Mamá, no se pinta en los macarrones... se pinta en el papel!- Y ahí lleva toda la razón la pobre, desde que tiene edad para coger una pintura no paramos de repetirle que sólo se pinta en el papel así que me ha dejado sin saber que decir.
Ya he comentado en alguna ocasión que el lazo es el símbolo de Ana en el cole así que, como podréis imaginar, le ha hecho mucha ilusión eso de pintar lazos de pasta.¿Veis que los colores son muy básicos?... es porque voy sacando los tonos de uno en uno ¡si los saco todos a la vez los mezcla y todo el collar sería de color marrón! (o color chocolate que dice mi hija experta en marketing)En resumen: la experiencia de hoy me dice que Ana es demasiado pequeña para esta actividad... si que le ha gustado pero, en realidad, sólo ha pintado dos macarrones (una y otra vez hasta casi triplicar su grosor en lo que yo pintaba doce).
Como más ha disfrutado ella ha sido, una vez seca la pintura, clasificando los macarrones por colores, jugando a transportarlos de un cuenco a otro y por último ensartándolos en el cordón (juegos muy sencillos que la entretienen un montón).
Lección aprendida, menos es más (seguro que si no hubiésemos pintado los macarrones Ana se lo habría pasado igual de bien y no habríamos acabado de pintura hasta las cejas, literalmente).
See you later alligator.