Sólo los estúpidos pueden ser celosos, sólo a ellos les puede engañar una mujer, a mi no.
Alejandro Gómez (Francisco Petrone) es un hombre con una seguridad en si mismo que asusta hasta al más pintado. No es de decir mentiras, andar en cobardías, no vive de apariencias, le importa un pepino las habladurías de la gente así como la envidia de algunas personas. Dueño de una infancia pobre, conforme fue creciendo y a base de mucho trabajo (y sudor) logró hacer riqueza. Así maduro decide comprar muchas propiedades y terrenos del lugar donde vive. Su interés es ayudar a los desamparados (como él alguna vez fue). Dedica día y noche a trabajar y ayudar a su prójimo. Es en esas circunstancias de su vida que se entera de la existencia de una bella mujer (de fuerte carácter) llamada Julia Yáñez (Amelia Bence). Ella tiene un novio (un mequetrefe cobarde) además de otros pretendientes. Alejandro va en su búsqueda pero ella ni verlo quiere. Sin embargo Julia reconoce algo: este hombre es dueño de una personalidad única, no existe otro hombre como él. Al final se casan.Tras un año de matrimonio todo parece felicidad, sin embargo dos pretendientes despechados, están dispuestos a arruinar tanta alegría. Eso si, no se enfrentan a un pelele, sino a Alejandro Gómez que es “todo un hombre”, el cual es indiferente a escenas de celos, la mentira la reconoce rápidamente, confía en su mujer y la ama con toda el alma y las entrañas (a pesar que no sabe expresar en palabras este amor). “Todo un hombre” tiene unas actuaciones magistrales de Francisco Petrone y de Amelia Bence. El guión (basado en la novela de Don Miguel de Unamuno “Nada menos que todo un hombre”) nos cuenta una historia de amor basada en la confianza. Los diálogos son geniales, cada personaje que interactúa con la pareja tiene algo importante que decir y representa a una característica humana (sabiduría, curiosidad, honor, respeto, interés, envidia, infelicidad, etc). “Todo un hombre” es una de las mejores películas del cine argentino de todos los tiempos. “El que tiene fe en sí mismo no necesita que los demás crean en él” Miguel de Unamuno