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A pesar de nuestras dificultades, de lo crudo del camino, de lo árido o desértico y de nuestras limitaciones, los(as) venezolano(as) tenemos algo de ese personaje (de Forrest Gump).
Con nuestros zapatos desgastados, con la evidencia del arduo sendero andado en nuestro ser, somos fáciles de reconocer y muy complejos para entender.
Al igual que en la foto, cada uno está en búsqueda de su felicidad, de la salida de una situación particular o lanzados al encuentro de ese gran sueño.
Emigrantes o residentes, en esa vía no caben los juicios, sino nuestras necesidades, nuestros miedos, nuestro dolor, nuestra felicidad.
Ojala que cada uno de nosotros tuviese la oportunidad de montarse en los zapatitos de ese hombre que camina en la foto o de imaginarse por qué andaba de esa manera, qué sentía, para qué necesitaba el bastón. No fue fácil para mí, pero el andar, la observación y la búsqueda del significado para cada una de las imágenes, me brindaron la oportunidad de descubrir nuestra grandeza como seres humanos, nuestro inmenso poder de transformar el dolor y el cansancio en más energía, en fuerzas adicionales para llegar hacia nuestro objetivo. Y así somos: capaces de transformar el mínimo detalle en una obra digna de admiración.
Atrévase a recorrer el camino nunca antes recorrido y encontrará fortalezas que no creía que existían; temores y bellezas, como aquellas que describen la naturaleza de esta foto. El camino puede parecer muy largo, pero no se concentre en el más allá; paso a paso se construyen las grandes obras.
La vida es como esa caja de bombones de nuestro amigo Forrest Gump, nunca sabes qué te va a tocar.
Este artículo nació de ese viaje maravilloso que representó el Trecking al Roraima (Venezuela), de ese pequeño momento en el que mi vista se centró en la imagen central de esta reflexión; y hoy, se lo dedico a mi compañero de viaje (E.S.), mi gran amigo… lleno de nobleza, fortaleza, humildad y -sobre todas las cosas- de un destino bien claro…
¡Un placer viajar a su lado!