Revista Opinión
Jill y Kevin se casan, suben los minutos iniciales de su boda a Youtube y hasta ahora han conseguido -seguro que aún tienen la boca abierta de la sorpresa- que cuarenticinco millones vean su vídeo. En el paseíllo del templo la comitiva se marca un baile en plan casero, mientras suena de fondo Forever, de Chris Brown. La discográfica que posee los derechos de propiedad de la canción, Zomba Records, no exigió a Youtube compensación y prefirió, al comprobar el aluvión de internautas que generaba el happening nupcial, llegar a un acuerdo con ITunes y Amazon, creando un enlace que permitiera descargar la canción a un módico precio.
El éxito no tardó mucho en llegar. Forever es ya cuarto en las listas de descarga de ITunes y tercero en las de Amazon. La pareja de recién casados no ha visto todavía un euro, aunque piden a través del enlace al vídeo una pequeña donación voluntaria como creativos del audiovisual. Según dicen, los beneficios generados irán directos a una asociación contra la violencia doméstica, en solidaridad con la causa perdida de Rihanna. El novio de la famosa cantante es el propio Chris Brown y, según cuenta el cuché, el colérico cantante mandó al hospital a la de Barbados a causa de la paliza que le propinó en su soberano cuerpo.
Pero no nos alejemos del nudo del asunto. Este caso del vídeo casero de Jill y Kevin ejemplifica de manera plástica los argumentos esgrimidos por la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (FEDEA), contradiciendo una de las leyes de Economía Sostenible del actual Gobierno. Al parecer, este grupo selecto de economistas ha publicado un informe con veinticinco propuestas para aumentar la productividad en España. Entre éstas, ven con buenos ojos que el “Estado abandone el apoyo al monopolio intelectual y que se facilite la reducción del copyright y la difusión en Red de los productos culturales."
Las reglas del juego capitalista han cambiado. Ahora, según parece, podemos hacer compatible la productividad con la ampliación de derechos en la red. Insistir en la demonización de la piratería cuesta al Gobierno más dinero que recurrir al liberal laissez faire. Más aún, permitir que miles de creadores anónimos expresen con libertad sus gustos e ideas permite a las multinacionales que operan en la red localizar fuentes de ingresos realmente apetitosas. Las redes sociales aparentemente tienen como único propósito facilitar el intercambio de comunicación entre usuarios, pero ésta es tan sólo la punta de un iceberg -el MacGuffin, que diría Hitchcock- que soporta en su base un negocio multimillonario. Estas supuestas fuentes de creatividad ciudadana, fundadas en una visión democrática de la cultura, son en realidad un mercado, aunque los internautas veamos en ellas tan sólo un medio de entretenimiento, un intercambio de ideas o un vehículo de creación.
No somos más libres por expresarnos sin censura en la red. Si este ejercicio de libertad impidiera algún día a estas empresas aumentar su volumen de ingresos, pronto veríamos mermados nuestros derechos. Pero esto no sucede ni sucederá en mucho tiempo. Muy al contrario, esta nueva forma de ganar dinero sólo acaba de empezar. La difusión de las nuevas tecnologías está en aumento. La venta de gadgets crece exponencialmente, integrándose cada vez más en nuestra vida cotidiana. A los gurús del mercado les interesa que necesitemos Internet como canal de acceso a sus negocios. Esta imbricación se teje de manera sutil en todos los estamentos públicos, incluido el sistema educativo. El Ministerio de Educación y las diferentes Consejerías con competencias han apostado desde hace mucho tiempo por integrar las nuevas tecnologías en el proceso de enseñanza y aprendizaje. Esta apuesta obedece a una intención de integración social y económica de los ciudadanos en las nuevas formas de comunicación, de acceso al conocimiento y de adecuación al mundo laboral. Como viene diciéndose desde hace muchos años, si no sabes de ordenadores no estarás al día y tendrás menos posibilidades de conseguir un puesto de trabajo. Y no les falta razón.
Otra cuestión muy diferente y que requiere nuestra reflexión serena como ciudadanos es si estas nuevas tecnologías nos proporcionan más libertad y progreso. Aparentemente así es. Nos otorgan un medio idóneo de esparcimiento, conocimiento y trabajo. A su vez suponen un medio de socialización cada vez más extendido. Estar conectado es como ir al bar con los colegas o asistir a un evento. Si no estás online, no existes, ni como amigo, ni como trabajador, ni por supuesto como potencial cliente de millones de productos. Tu aportación a este proceso sinérgico hace ganar dinero, te convierte en cartel publicitario sin recibir ni un mísero pedazo de las ganancias que proporciona tu vida virtual a esas empresas.
Jill y Kevin se lo pasaron en grande en su boda, Zomba Records, ITunes y Amazon engordaron sus arcas, Chris Brown se llevó su tajada, y nosotros pasamos un rato agradable viendo un vídeo casero. Todos contentos, ¿o no?
Ramón Besonías Román