Todos los días tristes.

Foto: Mariaje López

Todos los días tristes aprendo algo.
Desacelero, estudio mis gestos, me sumerjo en el silencio... y allí, en el recóndito agujero que se abre paso en mi alma, encuentro respuestas.
Me pregunto por qué en esos días la belleza no se esconde, en vez de eso me muestra sus otras caras. No me habla de sus flores los días tristes, me habla de sus raíces.
La soledad bien recibida es elocuente, y su voz es cristalina como el agua pura. Incluso el sol se me vuelve abrazo cuando estoy triste; y me arropa como un amigo distante pero presente.
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