Todos los jueves a las seis me tomo un café con tu ausencia. Le platico a detalle del color de tus ojos, la forma de tus manos y cada línea de expresión que recuerdo. Le cuento cómo estuvo mi día, cuantas veces me hiciste falta y cuantas más no lograba recordar ciertos rasgos de tu cara.
Todos los días a la misma hora, la misma charla. Mi invitado es el mismo y sin quejarse me habla de ti de la misma forma que un viejo amigo. Se ríe conmigo de los mismos chistes que nos hicieron ver ridículos. La ausencia puede ser una elocuente compañera al momento de recordar detalles. El día feriado, las noches con lluvia, tu forma de dibujar mis labios con tus dedos. Tu mesa de noche, el café con 2 de azúcar y 1 de crema; colombiano de preferencia. Tu risa enorme y blanca, los vellos de tus manos erizados cuando pasaba mis manos. Tu gruesa voz e incluso, el borde de tus lágrimas.
Los jueves siempre a las seis, realizo mi viaje hacia la nostalgia. Te empaco entre los recuerdos y mis poemas, en mis días favoritos de la semana. Hago una escala entre las paredes que guardan el eco de tus palabras. Cierro los ojos en algún momento imaginando que entras como si nada.
El día amanece como te gusta, tu olor sigue formando parte de mis sábanas, otro café, el de la mañana, me apura a despertar sin que yo note que sigo el mismo camino cada semana. Tic tac, suena el despertador como cada día, el olor me llega desde la cocina, la cafetera sonando que está listo, el desayuno que incluye nuestras tostadas.
Nuestro espacio, las ventanas, los recuerdos, las sonrisas colgadas. El sofá donde pones tus pies te espera a que te sientes y cuentes cómo irá esta vez tu día, mientras desde nuestra recámara, me preparo para sonreír frente al espejo y comenzar la rutina de los ojos, las mejillas y la boca mientras de reojo te sorprendo contemplando mi espalda mientras sonríes y te das vuelta para continuar con lo que dejaste a medias.
Todos los días son mis jueves a las seis. Unas veces de la mañana, otras tantas en las tardes pero la mayor parte del día, estos días no tienen hora fija. Solo llegas, me acompañas y te quedas y siento que después de todo la vida tiene formas inusitadas de continuar de forma cíclica en los momentos que se quedaron viviendo inalterables en nuestros recuerdos.
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