Revista Cultura y Ocio
I Andan los días persiguiéndose, implacables. Días sin poemas. Un latir de algas a lo lejos. Está afuera la noche como una fuente honda y sin dueño. Dan ganas de buscar a dios en las aceras. Qué verdad ya sin abismo. Este cielo no existe. Oigo la sangre como una ternura infinita. Me busco en las palabras y encuentro el vértigo. Vengo sin brida. Alegre, abierto, invisible.
II Siempre es el mismo terco adjetivo, el misterio ahí encendido como un beso izado hacia dios, la palabra despojada de vicios, entregada al poeta como un don.
III El asombro hay que confiárselo a alguien. Que lo custodie mientras nos extraviamos en el musgo, en el instante puro en el que entramos en un cuerpo y besamos el códice exacto del mundo.
IV Hay noches que invitan a un desmayo. Mis dedos tan pequeños profanando el silencio con tus dedos.
V Las alas festejan el vuelo.
VI En el Tempo, anoche, ayer, hace veinte años, con un jotabé ubérrimo y Ten Years After de fondo en unos yamaha viejos que todavía emocionan.
VII La boca del día tiene una sordina, un temblor ancestral, un súbito querer refutar las horas.
VIII La vida tendría que ser azar únicamente.
IX Hace falta una educación sentimental para no acabar muriéndose uno siempre tan comido de urgencias.
X Yo tensaba el plectro de mi alma. Tú observabas la tarde demorarse en las cuerdas como pájaro.
XI Déjame contarte cómo minuciosas algas me invaden el pecho y te hablan.
XII Puse anoche a Scarlatti en la cena. A mi hija la sentó mal la tortilla francesa. Scarlatti suena a gaseosa ida, me confesó en los postres.
XIII Descienden, muy secretas, al centro de la palabra. Rescatan la semilla, el fugaz numen de todas las cosas, esa dura comisión de sangre sin azar que escribe la mecánica sencilla del mundo.
XIV Todos los niños de Londres aman a Peter Pan. Debo haberlo escrito veinte veces.
XV Sentir el tiempo como una revelación.
XVI Vastos, nocturnos, copulan invisibles jinetes.
XVII Será útil por una vez ocuparse de uno mismo. También debo haber escrito esto veinte veces.
XVIII Algunos grumos del poema conducen a dios.
XIX La luz fluye desde la respiración primera, leve pulso, signo animal, único testigo fiable del tiempo.
XX Vivir con absoluto desparpajo. También debo haber escrito esto veinte veces.
XXI Jadear en conciencia pétalos y horas.
XXII La luz mordida, el eco frívolo, la voz sin pulso.
XXIII El amor percute el aire. El mundo es aire percutido. Todo el peso del mundo es amor.
XXIV Duelen, resaca adentro, los años.
XXV Qué es lo que festejan las palabras.
XXVI Al alma la astilla el tiempo.
XXVII El ansia. Recuperar otra vez el ansia.