Habrán de ser pocos, porque santos, como dios manda, escasean tanto en el cielo como en la Tierra. Lamayoría de los reconocidos lo son por morir abrazados y, a veces, abrasados, a dogmas que perjudicaron en cualquier momento al poder político. O se entregaron a “evangelizar” caritativamente a los pisoteados del Tercer Mundo, esa mayoría que permite la existencia de una minoría acomodada, después de que el Imperio saqueara sus recursos y riquezas. Yo prefiero los santos humildes de hoy, sin dogmas ni iglesias, que profesan la honradez en vida y la entrega a la honestidad. Son padres, abuelas e hijos que conducen sus vidas guiados por la ética del respeto, la tolerancia y la libertad, bajo un único mandamiento: la responsabilidad. Hoy debería ser el día de los todos los santos que sufren la desigualdad y la opresión de estructuras injustas, ya sean religiosas –que bendicen la propiedad privada-, económicas –que empobrecen a los trabajadores-, políticas –que suprimen derechos a los débiles- y sociales –que distinguen a las personas según intereses-, y que permiten la permanencia de privilegios y clases sociales, de ricos entre pobres sin que se les caiga la cara de vergüenza. Hoy es el día, si no fuera una farsa, de todos los santos desposeídos y desfavorecidos por cualquier poder, incluido el más hipócrita de ellos, el que te promete la vida eterna.