Chester, Chester, Chester. Lo que me llega a gustar este hombre. Poco me acuerdo de lo diferente que es al resto, de su manera loca de tejer novelas, de sus buenos personajes, de sus dos Hombres duros. Con lo que disfruté leyendo Por amor a Imabelle.
No voy a poner la excusa de siempre, si no leo más a Himes es porque soy un capullo, aunque a partir de hoy tengo una excusa nueva y de mucho peso, luego os la cuento.
Todos muertos es la quinta novela de La serie de Harlem, que como ya sabéis tiene como protagonistas a Ataúd Ed Johnson y Sepulturero Jones, los dos detectives negros más duros y bestias del hardboiled.
Se supone que después de Por amor a Imabelle debería haber continuado con La banda de los musulmanes, que es la segunda, pero a saber en qué estaba pensando cuando compré Todos muertos y no La banda de los musulmanes. Bueno, sí que lo sé, Todos muertos me costó apenas dos euros, y venía aún con el film original de fábrica, está tan nueva que parece que se imprimió ayer. Así que ya que la tenía en casa, me decidí a leerla antes que la otra. Sobre todo porque la serie de Harlem se puede leer suelta, no importa demasiado, salvo un pequeño incidente en la cara de uno de los detectives en la que aterrizó un poco de ácido…
Por lo demás es una serie que admite leerla alternando títulos, además de que la podéis encontrar toda de segunda mano a precios muy, muy populares.
Pero hablemos de Todos muertos.
Harlem en plena noche, las calles vacías, alguien roba las ruedas de un coche y presencia lo que a todas luces es un atropello. El ladrón, escondido tras el avistamiento y a la espera de seguir con su faena, ve, incrédulo, como la victima del atropello se levanta y, justo cuando lo ha conseguido, es atropellado de nuevo, y esta vez mucho más violentamente, tanto, que la pobre víctima sale volando y es empalada por una cañería y se incrusta en la pared. Nuestro ladrón emprende la huida como si un demonio lo persiguiera. Al mismo tiempo, los integrantes del primero vehículo son interceptados por la policía que ha presenciado el atropello…
Pero como cada noche, parece que Harlem ha enloquecido, la policía recibe avisos sin parar; al parecer alguien está torturando un perro, un hombre ha llamado porque afirma que las monjas han organizado una orgía, una mujer asegura que han matado y violado a una mujer en plena calle y dos patrulleros llaman desde una cabina porque dicen haber sido atacados y pisoteados por un platillo volante que está recorriendo el barrio.
Una noche como todas. Hasta que llama el camarero de un bar en la calle París, dice haber sido testigo de un doble asesinato en plena calle y que un tercer hombre está también en el suelo inconsciente…y allá que van nuestro dos detectives.
Himes ha construido una novela bastante loca, como va siendo un la norma, llena de humor negro, diálogos afilados, culturas contrapuestas, violencia y una fina ironía impresa en cada párrafo. En Todos muertos, Himes alude al mundo político y a su potencial como estructura sobornable, a los cientos de tentáculo que despliega para llegar a todas partes. Aunque lo hace de manera muy suave y no centra la novela en eso ni de lejos. Himes se centra más en el momento, sus novelas parecen estar escritas para disfrutar de la acción misma que está sucediendo, sin importar demasiado lo que vendrá después. Tiene un punto de algarabía, de enredo, de folletín que no va más allá de unas cuantas páginas. Es precisamente eso lo que a mí me seduce tanto, esa aparente falta de previsión en la trama que hace que leer a Himes sea como montar en una montaña rusa en la que vas dando bandazos, en la que subes lentamente para luego bajar a toda velocidad en una alocada y surrealista persecución, en la que giras hacia la derecha, luego hacia la izquierda, vuelves a bajar en otra persecución donde ¡hay un motorista sin cabeza!, para llegar al final y parar con un golpe seco donde la cabeza da un par de bandazos antes de saber dónde demonios está.
Así es leer a Himes.
Siempre con ese estilo directo y duro, con esa construcción de ambientes tan sólida y un poco lírica y oscura, con esas segundas intenciones siempre impresas en sus tramas, esas lecturas entre líneas. Y esa acción tan brutal y tan intensa siempre, que apenas te deja respirar, que te lleva de un sitio a otro con un humor tan fantástico como excéntrico; lleno de homosexuales, travestis, policías, negros, blancos, y toda una fauna de gente extraña, loca y al límite de todo.
Pero no todo es bueno. Al principio os comentaba una excusa de peso por la que me planteo elegir con más cuidado las lecturas de Himes, o básicamente, autores editados en los setenta en Bruguera. La traducción. Me gusta comentar cuando una traducción es buena, me encanta decirlo, es un trabajo que admiro y que si no se hace bien te destroza totalmente un libro. Cuando es regular no suelo decir nada, y cuando es mala lo digo bajito. Pero esta vez tengo que advertir a los futuros lectores de esta edición de Todos muertos en Libro amigo de Bruguera, la traducción es muy mala, pésima, hasta el punto que la trama es difusa, cuesta entenderla, muchos diálogos no tienen sentido, algunas acciones tampoco, es un auténtico despropósito. Cuesta seguir la lectura hasta la desesperación.
No imagino las condiciones de trabajo en 1977, que es la fecha de esta traducción, ni la carga de trabajo que estos traductores debían soportar, pero me puedo hacer una idea. Por eso no diré el nombre de la traductora, mi advertencia es para los que os acerquéis a esta edición, para que vayáis preparados, en ningún caso me quiero cargar a la traductora que en aquellos años y en estos libros de tirada semanal, bastante tendría ya la pobre.
Pero que la traducción no os haga pasar de Himes, es un autor brutal y al que hay que leer sí o sí, podéis empezar por las tres primeras de la serie que están editadas en Akal y tienen traducción nueva y muy buena, no hay excusa.
Todos muertos
Chester Himes
Libro amigo-Bruguera 1985
217 páginas.