En mi adolescencia me llevé mucho “jarabe de palo”. No sé si por ser demasiado sensible o muy poco simple pero todo me parecía un mundo. Y entonces llegaron canciones como “Grita” y me vi tan reflejada que no podía parar de escucharla.
El siguiente disco “Depende” me pareció que estaba hecho para mi. La primera enfermedad seria a la que me enfrentaba a nivel familiar, la Selectividad, los primeros desengaños, la vida… todo se me hizo bola. Y llegaba Pau Donés y me cantaba casi al oído “Te miro y tiemblo” o “Agua” y me calmaba. Una calma triste, pero calma.
Mi disco favorito sin duda fue “De vuelta y vuelta”. Oscuro, profundo, denso y emocionante, todo a la vez. Con él empecé a pintar, porque hasta el libreto me ponía los pelos de punta y me especialicé en retratos de niños negritos. No lo olvidaré en la vida.
El último disco que compré fue “50 palos” y ya olía a fiesta de despedida. Jarabe de Palo se convirtió en una filosofía de vida, de sonrisa triste ante las adversidades, pero sonrisa al fina y al cabo. Pau Donés nos ha dejado a todos una lección de fortaleza, humildad, entereza y vida aún con ese tono de adiós que llevaba compartiendo ya algún tiempo. Puta mierda de cáncer, decía hoy una amiga. Puta mierda de mundo, me repito yo. Que no nos damos cuenta de lo frágil que es todo, lo mucho que tenemos entre los manos, los momentos mágicos que se nos van entre lamentos y “no puedo” o “no quiero” o “qué mala suerte tengo”. Hoy me he puesto el mundo en las manos, como decía Pau, y me he sentido tremendamente triste.
Pero luego he sonreído.