Hace una semana que estamos en Bariloche y siento eso: que todos necesitamos, de vez en cuando, venir al Sur.
El Sur es fresco. Y necesitaba un poco de fresco porque el calor de Buenos Aires en verano me agobia.
El Sur es montaña. Y necesitaba ver la montaña, siempre imponente, siempre linda, ya sea verde, marrón o blanca.
El Sur es bosque. Y necesitaba oler el bosque, ese aroma “a verde” que todo lo invade.
El Sur es lagos. Y necesitaba tocar el agua fría de los lagos del Sur, ver sus colores que se pelean por parecer más verdes, más azules o más celestes.
El Sur tiene la combinación perfecta de montañas, lagos y bosques. Y necesitaba verlos a todos juntos. Con sus playas de piedritas blancas y muchos niños pequeños saltando en las orillas.
El Sur es chocolate y cerveza.
El Sur es dedo.
El Sur es camping.
El Sur es naturaleza y pequeñas ciudades que parecen salidas de un cuento.
El Sur es amigos y familias.
El Sur es soledad.
El Sur es recuerdos.
Y en esta semana, con Dino, sentimos que estamos reeditando nuestros viajes al sur. Sacando un recuerdo de un lugar, juntándolo con un evento del presente, repensando una señal del pasado, comparándola con una actitud o actividad de Tahiel, pisando los mismos caminos, haciendo dedo en los mismos lugares, pero en otras circunstancias.
Tanto Dino como yo hicimos lo que hacen muchos jóvenes en la Argentina desde los 16 o 17 años: nos fuimos al Sur. Cargamos la mochila, la llenamos de inexperiencia y salimos. Dino siempre salía a dedo, casi siempre solo. Yo siempre salía con amigos. La última vez que vinimos juntos fue hace nueve años, en auto y, claro, sin ser tres. Ahora, muchos años después de nuestras experiencias, ver a Tahiel hacer dedo, juntar ramas para encender el fuego, armar la carpa por primera vez, jugar y saltar en la orilla del lago, subirse a un kayak, conversar con todo el que le pase cerca (y sino le pasan cerca, ir a buscarlos), nos hizo pensar en eso: en cómo la vida se reedita, se repite, se recicla; en cómo lo vivido toma nuevos sentidos cuando se ve cómo lo experimentan los hijos.
Vivir esta semana el Sur con Tahiel nos llenó de momentos para recordar, de vivencias que quedarán grabadas como surcos en nuestro cerebro. Nos llevó a sentir que lo que está viviendo Tahiel está bueno, que lo hace más sociable, que lo hace más adaptable, que lo hace pensar y relacionar, que lo hace vivir.
Algunos prefieren el Sur en invierno, otros en verano y otros, todo el año. Pero el Sur es el Sur.
Todos necesitamos un poco de Sur.
odos necesitamos un poco reeditar nuestras vidas.
Todos necesitamos un poco de Sur.
¿Quieren contarnos sus experiencias en el Sur? Nos encantaría leerlas.
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