Como me conozco, lo sé: Mi cabeza no parará de repetir esa cancioncilla del anuncio hasta que por una vez en cinco años pueda sentirme “de vacaciones”. Para mí sentirme así requiere sol, un poco de playa, un poco de piscina, algún chiringuito, spa, un vestido de florecitas de Tribandrum, mis pies descalzos y un par de libros. He tenido la suerte de crecer pudiendo irme de vacaciones todos los años durante un mes, a bucear con mi padre, jugar y tomar el sol con mi madre y hacerle trampas a mi hermano jugando a cualquier cosa en un apartamento en la costa.
Ropa y complementos hechos a mano, en Tribandrum. Fotos: Tribandrum.
Y, claro, ahora que soy mayor y no tengo una agenda resuelta por falta de metas bien estructuradas por esto de que la sociedad de hoy no es ni de lejos lo que era cuando tenía 10 bla bla bla, pues me quedo con las ganas todos los años de volver a sentir el primer día de vacaciones oficiales, ese día en el que abres la puerta de tu habitación de hotel, o apartamento, o tienda de campaña, o lo que sea, y notas un alivio+felicidad+libertad, que ojalá perdurara en nuestra memoria durante el resto del año, pero que va a ser que no (porque el cansancio se acumula, pero el descanso, sorprendentemente, no).
Esta ha sido mi elección para mi semana de relax...
Pues eso, que en agosto nos piramos al mar, al mar de dónde sea, pero al mar…