No creo que merezcas 13 años de cárcel por pretender cambiar el orden constitucional mediante un intento de referéndum. No creo que merezcas 9 años por convocar manifestaciones y subirte a un coche a pedir calma.
Mucho menos cuando la propia sentencia que te condena deja claro que eras consciente de que lo estabas prometiendo no lo podías cumplir. Que engañabas y mentías. Agravante de saber que tu delito era incometible.
Tampoco creo que los CDR, todos y cada uno de sus integrantes, sean almas puras que no han pensado en ningún momento en recurrir a la violencia, aunque lo consideren respuesta legítima. No hay pueblo totalmente inocente ni causas del todo inmaculadas.
Mucho menos cuando hablamos de territorio. De riquezas.
No creo que se pueda prohibir a un pueblo expresarse. No creo que haya fronteras más importantes que voluntades. Ni tradiciones, ni historia, ni circunstancias que no puedan cambiarse. Ni que deban honrarse. A todo esto, ni siquiera creo que existan los pueblos.
Tampoco creo que tu deseo de independencia esté totalmente libre de egoísmos, de complejo de superioridad, de insolidaridad y de desprecio por "el de fuera".
Ni que tu deseo de unión esté impregnado de deseos de unión.
No creo en los símbolos que nos unen a todos. A todos los que nos unen. Porque esos símbolos siempre los ha elegido otro. Porque para saber a quiénes unen esos símbolos siempre hay que dejar claro quién es el que se queda fuera.
No respeto a los que aman su tierra y su pueblo por el mero hecho de hacerlo. Lo considero una cualidad más, como otra cualquiera, y más cercana a un defecto que a una virtud.
No creo en las excusas ni en las circunstancias que nos sobrepasan ni en "hasta aquí hemos llegado". Porque, que yo sepa, todavía no hemos llegado, nunca, a ningún sitio. Porque, que yo sepa, todavía no nos hemos ni siquiera levantado del sofá con intención de tenderle la mano a nadie.