Esta guerra la vamos a ganar,
es pésame que escuchamos,
oigo guerra, guerra, guerra…
¿será convicción o reclamo?
El miedo llega, hermano,
¿qué partido vamos ver?
el odio contra la locura,
juicio contra la cordura,
motivos hay para temer.
Confundo locos y cuerdos,
todos me parecen iguales,
ambos masacran a gente,
mientras venden ideales.
Yacen mudas las palabras,
es tiempo de otro sonido,
momento de distinta luz,
hecho para sordos y ciegos,
que se confunden de cruz.
Por Allah vamos,
Por Dios venimos,
En el camino quedamos.
Qué raro, los analfabetos de los desiertos saben poner en jaque al mundo “civilizado” y mega desarrollado. Saben incrustar dos aviones en el centro de sendas torres gemelas. Nadie “importante” hace las preguntas adecuadas o tampoco importarían las respuestas dadas, que viene a ser lo mismo. De dónde vienen el dinero y las armas, de dónde la preparación, las consignas y estrategias, de dónde los mil detalles para optimizar el horror. Los últimos atentados de París acaban con mis dudas sobre los refugiados, quedaron entre las primeras muertes y supongo que aquellos ya pocas albergarán. Fuera, a seguir errando sin fronteras. No vengáis con historias. Objetivo cumplido.
La culpa la tienen esos terroristas que se empeñan en llevar pasaporte – y los papeles que nunca tuvo un sin papeles – cuando van a su masacre procurando la ajena, como ocurrió también casualmente con el atentado a Charlie Hebdo. Parece el recurso fácil de una mala peli para un poco exigente espectador. Realmente no deja de ser un documento argumento que nos facilitan para que transitemos rápidamente de la tolerancia a la intransigencia, de la solidaridad a la xenofobia, casi bajo presión. No importa que no entendamos muchas cosas, cuando la razón salta hecha pedazos no hay cirugía reparadora que valga. Una razón desfigurada tiene pocos novios aunque haya sido una belleza.
Nuevamente no podemos hacer nada, nuestra conciencia está de suerte, tan solo asistir porque la existencia de la “mayoría necesaria” vale únicamente para ser testigo. A lo sumo un papelito en un coro gritando ¡aniquilación!, procurando que no desafine el fanatismo occidental, que no suene igual que el de aquellos locos. No perdamos de vista la batuta que manejan los mismos que nos desorientan. De esta va la vencida. O de aquella la perdida. Parece que el dolor va de gala cuando acude a velatorios de occidentales, el resto son tan frecuentes que no hay dinero que le pague tantos viajes. El miedo es una fábrica de reclutas ciegos.
Me anoto en el bando de los cobardes, no es cobardía querer vivir, dicen los expertos que es lo contrario. La paz es para los valientes o para los que valen. A ver, no soy más que un humilde peón en un endiablado tablero de ajedrez y cuyo mayor mérito es saber el momento justo en que debo dejarme comer o tomar por un caballo, alfil, torre, reina o rey. Sacrificarme por todos los demás, es el sitio que ocupo. Por lo menos me gustaría ser yo quien elige el instante.
Por supuesto que todos somos franceses, claro que sí, pero, seamos sinceros, nadie quiere ser sirio, ni palestino ni de otro país al que le han robado su destino. Y nunca el miserable que brinda por su guerra, sabedor de que está a salvo, no cabe mayor cobardía.