Una corriente común de indignación y hartazgo ciudadano une las plazas Sintagma y Puerta del Sol. En nombre de la dignidad, hoy todos somos Grecia. Mañana, todos debemos acudir al rescate de esa Europa raptada por un directorio que no representa la voluntad de los pueblos europeos. Y mucho menos, con leyes mordaza que pretenden silenciar las protestas contra el abuso.
Las antiguas leyes griegas eran encabezadas por la cláusula édoxè té boulè kai to démo (“le ha parecido bueno al Consejo y al pueblo”). Las leyes regulan no tanto “lo que es bueno” en sentido absoluto, sino aquello que “parece bueno” en un momento dado. Fórmula que lleva implícito el reconocimiento de la transitoriedad de cualquier medida. Y no existe constancia de que las medidas de austeridad dictadas por esas élites que, para resumir, se conocen como la Troika le hayan parecido buenas ni al pueblo griego ni tampoco al resto de habitantes de países como España, donde tampoco la gente que sufre en sus carnes los efectos de los recortes, ha sido consultada.
Pues la gente del común, es decir, el pueblo, todavía estamos esperando que se convoque un plebiscito para decidir si, en nombre de una teoría acuñada en gabinetes ideológicos, queremos vivir sin sanidad, sin educación o sin pensiones públicas. Puede que haya épocas en las que el pueblo se olvida de ejercer la soberanía que le corresponde y deja de controlar a los gobernantes, pero ningún pueblo es tan estúpido como para votar a favor de pasar calamidades.
Para colmo, esas medidas de austeridad que están arruinando al sur de Europa, en el caso de Grecia han demostrado ser absolutamente inútiles. Varios economistas de prestigio, y el propio FMI han acabado por reconocer que el país no podrá pagar su enorme deuda y está abocado, más tarde o más temprano, a una quita de la misma.
Hoy, con independencia del resultado del referendum al que están convocados, al acudir a las urnas contrariando las admoniciones del Directorio europeo, los griegos tendrán la oportunidad de hacer oir su voz en nombre de la democracia cuyos fundamentos fueron sentados en la Grecia antigua.
Votar 'no' es una cuestión de orgullo, ha dicho Tsipras. Pero el mismo hecho de votar, de poner en cuestión las decisiones de la Troika tiene un sentido en sí mismo. Desde que comenzó la crisis bancaria en 2008, el abuso, el saqueo y la extorsión por parte del poder financiero y los gobernantes vendidos a él han ido demasiado lejos y, siguiendo el dictum de otro griego, Heráclito de Éfeso: "Si el Sol rebasara sus límites, las Erinias, servidoras de la Justicia, se encargarían de devolverlos a sus justos límites".
El levantamiento cívico en Grecia tiene sus propias causas, pero se incardina en el movimiento de hartazgo popular que aquí, en España, ya ha empezado a apear alcaldes y gobiernos autonómicos del poder. Una corriente de indignación, de hartazgo, une las plazas Sintagma y puerta del Sol. Hoy todos somos Grecia. A partir de mañana, todos debemos acudir al rescate de esa Europa raptada por un directorio que no representa la voluntad de los pueblos europeos.
En España, el Partido Popular y su Gobierno deben ir tomando nota de que no van a silenciar la voz de la ciudadanía con su Ley Mordaza. Contra ella, mantengo en su integridad lo ya escrito en su día.