El liderazgo opositor venezolano, particularmente María Corina
Machado y Edmundo González, aceptaron el reto de la
autocracia de participar en las elecciones presidenciales sin un
mínimo de garantías. Conscientes, que las autoridades
electorales eran fieles al régimen y que este obstaculizaría la
gestión de campaña a como diera lugar
Para honra de ambos candidatos el respaldo popular fue
masivo, sin precedentes en el país, a pesar, de la certeza
colectiva de que los gobernantes siempre han sido unos
tramposos, como demostraron una vez más el 28 de julio
último.
Ambos lideres enfrentaron la frustración de amplios sectores
de la población con algunos dirigentes opositores del pasado.
Según entendidos, varios regentes incurrieron en graves
errores por voluntad propia y otros simplemente se
equivocaron en la toma de decisiones, y es que hacer
oposición no es fácil, condición que empeora dramáticamente
cuando se combate un régimen de fuerza que cuenta entre
sus mejores herramientas una absoluta falta de escrúpulos.
Machado y González remontaron las decepciones con rigor,
talento y devoción. Hicieron gala de un valor personal
admirable porque se convirtieron voluntariamente en blancos
de cualquier esbirro del gobierno o de un fanático de este.
Ellos, insuflaron en sus partidarios la confianza perdida y la
certeza de que el triunfo era posible, aunque se combatieran
ladrones y asesinos.
La oposición cumplió una campaña electoral totalmente
atípica en nuestro hemisferio. Consumar los programas fue
una complicada carrera de obstáculos para los convocantes y
convocados, no obstante, todos vencían las dificultades,
concurriendo masivamente a los actos de campaña tal y como
hicieron ante las urnas el día de los comicios.
Los venezolanos quieren salir del castrochavismo de la misma
manera que este se impuso, a través de elecciones, aunque
nunca deben olvidar que la verdadera naturaleza de ese
régimen es la violencia sazonada con golpes militares como
fue su actuación, en más de una ocasión, durante los 40 años
de democracia que vivió el país.
La estafa electoral de Nicolas Maduro y sus partidarios ya está
bañada con la sangre de ciudadanos que exigían sus derechos
y con el encarcelamiento de otros muchos. Los reclamos
populares han sido respondidos con arrestos, secuestros y
asesinatos, sucesos que lamentablemente no van a detenerse
mientras se resista al fraude. Todo lo contrario, la violencia
gubernamental escalara a instancias insospechadas mientras
haya contrarios a la farsa.
No hay dudas que la oposición venezolana ha escogido el
camino más difícil que es inexorablemente el del deber. Los
hombres y mujeres que la integran han enfrentado
numerosas dificultades, particularmente sus lideres, quienes
han asumidos dignamente los riesgos que les corresponden
con coraje.
La resistencia es vital para lograr la democracia. Es duro,
trágico, pero si los protestantes abandonan la lucha, el
régimen podría ser tan longevo como el castrista que ya
cumplió 65 años, además, de volverse tan cerrado como ese y
con todas las características del socialismo real vigentes en la
Isla.
Maduro y sus acólitos pueden acentuar su política de estado
de sitio. Las precarias libertades y los inexistentes derechos
ciudadanos serían más limitados. La represión, instrumento
de gobierno preferido del castrochavismo, se endurecería a
niveles sorprendentes.
El futuro es de lucha. Mucho más cruenta y complicada que
hasta el presente. Los enemigos de la libertad son
consecuentes con sus propósitos tiránicos, al extremo que no
es de dudar que estas sean las últimas elecciones efectuadas
en la Patria de Bolívar, si las denuncias no se extienden y se
masifican hasta lograr que reconozcan el fraude.
Los aliados del castrochavismo están cada vez más
envalentonados. Sus asociados regionales son conscientes de
la fragilidad de sus mandatos. Conocen que el fin de uno
puede ser el de todos y por razones de supervivencia, amen,
del entramado de intereses que comparten, se tienen que
apoyar mutuamente.
Las dictaduras imperiales de Rusia, Irán y China, enemigos
acérrimos de nuestros derechos, no se quedan atrás.
Venezuela forma parte de su red de influencias y respaldaran
siempre su autocracia.
Por nuestra parte, los que creemos fervorosamente en el
usufructuó de nuestros derechos, ciudadanos y gobiernos,
debemos respaldar a los reclamantes venezolanos hasta el
final. No debemos transigir. La libertad de todos pasa por la
tierra del Libertador.