Por Francisc Lozano*
Juan Carlos Vélez y Álvaro Uribe. Fuente: pbs.twimgUna noche cualquiera, hace unos 10 años, me encontraba caminando de vuelta a casa después de culminar mi labor en el supermercado local. En mi recorrido me encontré a mi profesor de inglés y padrino. Él estaba coordinando el descargue y almacenamiento de unas frutas y verduras. Me detuve para saludarle, y me dijo: “Mirá como trabaja de duro ese muchacho”. A esto, yo le respondí: “Sí, lástima que sea un desechable”. Germán se quedó mirándome fijamente a los ojos y me dijo: “¿Cómo que un desechable? ¿Cómo se puede decir que una persona es un desechable?” Hasta ese momento de mi vida, nunca había pensado en el significado real de una palabra como desechable, y desde ese día, no he vuelto a usar esa palabra para calificar a persona alguna. La razón es sencilla: no creo que una persona se pueda desechar.
Ahora bien, en el contexto político colombiano sí hay alguien que, aunque probablemente no use la palabra, practica la acción de desechar de manera constante. Su nombre es Álvaro Uribe. El senador tiene un modus operandi digno de los grandes capos de la mafia: Al Capone, Luciano y Costello, por ejemplo. Cuando estos personajes necesitaban de alguien, le mantenían en su círculo más cercano y le delegaban funciones que demostraban que era digno de confianza. Una vez estas personas caían en desgracia o ya no eran útiles, desaparecían de esos círculos cercanos. El método de “desaparición” no es relevante en este momento, porque sólo me quiero referir al alejamiento físico que ocurría entre los capos y sus servidores.
Ahora enumeraré algunos de los casos en los que Uribe ha abandonado a su suerte a sus más fieles servidores cuando ya no le han sido de utilidad:
Diego Palacio y Sabas Pretelt se desempeñaron como ministros de Uribe durante su primera administración (2002-2006). Con el propósito de asegurar la reelección de Uribe para su segundo período, Palacio, Pretelt y Alberto Velásquez “corrompieron” (como dice la sentencia de La Corte Suprema de Justicia) a dos parlamentarios de provincia para que cambiaran su voto y éste fuera favorable a la reelección de Uribe y la modificación ilegal de la Constitución Política de Colombia. Los parlamentarios eran Yidis Medina y Teodolindo Avendaño, quienes también terminaron presos.
Andrés Felipe Arias, el popular ‘Uribito’ ha sido condenado por la justicia colombiana por robarse los fondos del Estado para entregárselos a grandes terratenientes y empresarios del agro con el propósito de que éstos, una vez terminado el segundo período de Uribe, financiaran la campaña a la presidencia de Arias. Este desfalco al erario público se llama “Agroingreso Seguro”, pero sólo buscaba un ingreso seguro de dineros a la campaña de Arias. Una vez se destapó el escándalo, Uribe se hizo a un lado y cambió a su sucesor favorito (Arias), por su nuevo sucesor: Santos.Jorge Noguera, Rito Alejo del Río, María del Pilar Hurtado, Bernardo Moreno, Mauricio Santoyo, Luis Alfonso Hoyos, entre otros, también hacen parte de ese grupo de “buenos muchachos” que acompañaron a Uribe durante sus gobiernos, pero terminaron siendo condenados por narcotráfico, tráfico de influencias, paramilitarismo y otros delitos contra la patria y la población civil. Aunque Uribe sigue diciendo que son “buenos muchachos”, nunca ha sido capaz de confesar que él también estuvo involucrado en esos temas o que, en caso de no haber estado involucrado, esas personas no son buenos muchachos.
No olvidaremos a Mario Uribe, primo de Álvaro, a quien se ha condenado por paramilitarismo y con quien Uribe no ha querido ser ligado, a pesar de que hizo lo posible y lo imposible para que le dieran asilo político en Costa Rica cuando supo que lo estaban investigando por tener vínculos con los paramilitares y las barbaries que estos han cometido.
Pacho Santos, leal escudero del senador, también sabe lo que es recibir la traición de Uribe: en el proceso para elegir el candidato del CD para las elecciones presidenciales del 2014, Uribe urdió una estrategia para dejar por fuera de la contienda a Francisco Santos (primo del presidente) por una sencilla razón: no iba a ser capaz de lograr votos. Uribe impuso entonces a Óscar Iván Zuluaga, “el mejor ministro de hacienda de América Latina”, según dijo una publicación que nadie conoce, pero que, de acuerdo con Zuluaga, era muy importante.
Uribe siempre ha considerado que sus seguidores son útiles siempre que sirvan a sus propósitos, y hasta que caigan en desgracia. A partir de ese momento, a partir de que se ven envueltos en la desgracia, les abandona a su suerte porque todos son desechables para Uribe.