Tokio

En las olimpiadas del veinte veinte, los deportistas no precisarán recurrir al dopaje, toda vez que su funcionamient puede perfectamente ser radiactivo, con el mayor foco de contaminación atómica del planeta a escasos doscientos kilómetros de la sede olímpica. La mejor candidatura, por inexcrutables razones, fue la primera en caer, con lo que uno piensa más en el yen como responsable de las decisiones del COI, que en la idoneidad del “relaxing café” con el que nos obsequió la alcaldesa por casualidad. Entre la contaminación de Tokio y el terrorismo sirio, tan próximo a Turquía, se optó por eliminar la ciudad que tenía la práctica totalidad de estructuras preparadas y que podría celebrar el evento en pocos meses, si fuese necesario, pero al fin y al cabo, no somos más que una medio república bananera mediterránea a la que las grandes potencias miran por encima del hombro, equivocadamente conscientes de su superioridad. Desde luego, y pese al mcarrónico acento de la Sra. Botella, es evidente que la mayoría de los españoles no hablan inglés, no son altos y rubios ni trabajan en fábricas estériles con tecnología punta, pero disfrutamos de la mejor dieta de Europa, el ocio más diverso y amplio y los paisajes más hermosos y variados, recorridos por musulmanes y cristianos, por romanos y fenicios, mientras en la mayor parte de centroeuropa malcomía gente sin civilizar.