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Atardece en el caótico mundo de una de las ciudades más pobladas del globo: Tokio. Las ventanas iluminadas de los edificios comienzan a recortarse sobre un cielo cada vez más oscuro, y las calles ya alumbradas cambian su frenético deambular de trabajadores por tokiotas ansiosos por ir a cenar a alguno de los 160.000 restaurantes de la capital japonesa.
Atardece en Tokio
Y es que Japón se ha convertido desde hace años en la nueva capital culinaria del mundo, desbancando a París o Nueva York. Y eso se ha conseguido gracias a que Japón se ha convertido en el país donde existe una mayor devoción por la comida, combinando sabores tan cotidianos para nuestro paladar como el chocolate, con excentricidades que solo tienen cabida en el imperio nipón como la Pepsi con sabor a pepino o el Kit Kat de té verde o cerezo en flor.
Pepsi con sabor a pepino
Poco a poco, los japoneses han ido evolucionando su paladar hasta ponerse a la vanguardia de la innovación culinaria. Atrás han quedado los ya clásicos restaurantes donde se exponen los platos integrantes en la carta en sugerentes maquetas de cera (que los sigue habiendo, y a miles), pero han conseguido dar un paso más allá creando toda una industria que gira alrededor de la papila gustativa. Restaurantes, programas de televisión, blogs especializados y una industria volcada en el noble arte de la cocina han conseguido revolucionar el país. No solo los consabidos palillos que utilizan como cubiertos han evolucionado de dos piezas de madera ha sofisticadas herramientas de mil y una formas, sino que hasta puedes encontrar memorias USB con forma de sushi tan reales, que te apetecería darles un bocado.
Apetecibles USB con forma de sushi
Aunque la mayor parte de los que visitamos Tokio no nos podemos costear un restaurante galardonado con alguna estrella Michelin, siempre podremos acudir a uno de los mayores espectáculos gastronómicos de Japón: El mercado de Tsujiki. Este mercado (el mayor del mundo) abre sus puertas de madrugada, así que bien merece la pena hacer caso al despertador y acudir a la subasta del atún, en torno a las 4 de la mañana. Los salmones y atunes son examinados como si de piezas de arte en la londinense Shoteby´s se tratara, para posteriormente descuartizarlos con la habilidad de un cirujano y el mimo de un padre (entender la metáfora, no quiero decir con esto que apruebe que los padres descuarticen a sus hijos), cortando y limpiando las piezas de pescado para posteriormente distribuirlas a los numerosos restaurantes de la ciudad. De hecho, si acudes al mercado no desperdicies la oportunidad de desayunar el sushi más fresco del mundo en alguno de los restaurantes del interior del mercado.
Cortando el Salmón en el mercado de Tsujiki
Y una buena comida no deja escapar la oportunidad de tomarse un postre, y para ello se crearon las izakayas, cuya traducción literal es “casa para beber”. Son fáciles de identificar, gracias a las linternas rojas colgadas en la puerta flanqueadas por las clásicas cortinas japonesas a media altura. Suelen consistir en un estrecho establecimiento de madera donde se juntan los tokiotas tras sus jornadas laborales para beber cerveza y degustar sake y comer algún bocado como el clásico yakitori (o brocheta de pollo). A buen seguro, que tras un par de brindis, kampai, podrás vencer la habitual timidez japonesa y acabar cantando el Asturias patria querida o su vertiente nipona. Una buena forma de acabar una jornada gastronómica por la capital culinaria del planeta.
Izakaya, lugar donde conectar con los tokiotas
Así que si deseas disfrutar de todas estas delicatessen japonesas, que mejor que hacerlo de mano de Paso Noroeste.
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