¿Cuántos Toledos existen?
El árabe, el cristiano, el judío, el que consiguió el milagro de que convivieran todos en armonía a la vez… La bellísima ciudad castellana tiene la facultad de reinventarse en cada visita.
Toledo misterioso y oculto, el menos visible a los turistas: la eterna urbe de los templarios y sus grutas secretas.
Pasadizos que llevan a algún lugar desconocido.
Allí, bajo la tierra de la ciudad milenaria y en una noche que parece fabricada para descubrir los enigmas que dejaron sus antepasados, comienza el viajero una ruta que nos llevará por uno de los Toledo mágicos, que hay muchos.
En este caso, nuestros ojos divagan por la ciudad de los templarios. Fascinante viaje que nos transporta otra vez al pasado de una Orden militar y religiosa. La ciudad castellana fue otro de los enclaves en los que se asentó su leyenda.
Comenzamos el recorrido en la plaza del Seco, en la parte alta de la ciudad.
Quedan aún algunas cruces templarias en las fachadas y, sobre todo, desde allí se divisa la parroquia de San Miguel. Junto a ella está el restaurante del Palacete, antigua sede administrativa de la Orden del Temple en Toledo.
La alta torre de la iglesia, que destaca sobre el resto, da más sombra si cabe al oscuro pasaje histórico que empezamos a dibujar. Y es que bajo los cimientos del imponente edificio religioso se encuentra el inicio de una serie de galerías subterráneas que no se sabe muy bien adonde conducen.
Se cree que estaban comunicadas con las casas señoriales de los caballeros de la Orden, que conducen al río o que llevan hasta el castillo de San Servando, sito junto al Puente de Alcántara.
Todo un sistema de galerías que contribuye a agrandar la imagen de que los monjes-guerreros practicaban rituales secretos que no debían ser vistos.
En la actualidad la mayoría de esos túneles han sido tapiados y, dicen, que sólo se han abierto algunas puertas y que lo que allí se encontró fue tan espeluznante que nunca más se han vuelto a abrir. Volveré sobre este punto cuando nos detengamos en la Cueva del Candil.
Dios señala a los muertos
La Iglesia de San Miguel el Alto fue abandonada en 1842 y sufrió daños estructurales en la Guerra Civil por los bombardeos al cercano Alcázar. Hoy todavía se están realizando trabajos de reconstrucción, a pesar de que en la década de los 50 se hizo una remodelación. Aun así, el templo es un mapa de simbología templaria. Todo el barrio en el que se aposentó la Orden se levantó en el siglo XII sobre antiguos restos romanos y visigodos.
Por las inscripciones coránicas, que mantuvieron lo monjes, se cree que también aquellas casas debieron pertenecer a musulmanes antes de la llegada de los templarios. Así, se pueden encontrar versos del Corán junto a inscripciones de adoración a la virgen, una muestra más de la relación de la Orden con toda la cultura traída de Tierra Santa (las cruzadas).
Y es que bajo los cimientos del imponente edificio religioso se encuentra el inicio de una serie de galerías subterráneas que no se sabe muy bien adonde conducen
Los elementos que identifican el templo con la milicia de Dios son numerosos. Hay una campana con el símbolo de la Orden y los capiteles muestran escudos con su cruz roja. Además, dentro de la nave hay restos funerarios y lápidas de caballeros, ya que se utilizó como lugar de enterramientos.
Sobresale de entre todos estos restos el gran Cuadrado Mágico, que simboliza al Grial. Son numerosas las leyendas que sitúan al cáliz sagrado, así como al Arca de la Alianza o a la Mesa de Salomón en la ciudad de Toledo.
Pero entre todas las leyendas que nos cuentan sobre templarios en Toledo, es la de los muertos señalados por Dios la más, si quieren, bella de contar. Dicen que tras la derrota de Alarcos, en la que la tropas cristianas se ven superadas por las almohades, que los musulmanes emprenden la marcha para reconquistar Toledo. Los templarios deben defender el sector de la muralla correspondiente al barrio de San Miguel, en el que se aposentan, y el comendador reúne la noche anterior a los caballeros para rezar al Dios protector.
Estos piden a su señor una señal para saber cuántos de ellos morirán en la batalla y la imagen de Cristo se apareció en las capas de algunos de los monjes. Para el comendador una señal de que todos los señalados iban a perder la vida en el combate.
Ante este aviso, decidieron que a la mañana siguiente sólo los no señalados irían al combate, quedando el resto en a Iglesia de San Miguel rezando. Cuando volvieron de la lucha sin ninguna baja, en la que se rechazó la acometida de los moros, entraron en el templo y encontraron a todos los caballeros muertos y sus cuerpos momificados.
La pila bautismal rebosaba sangre, en vez de agua, y sólo cuando el comendador metió su cruz en ella la sangre se diluyó y se volvió agua de nuevo. “No se pueden burlar los designios del señor”, entendieron los caballeros. El suceso allí acontecido pronto se conoció en el resto de la ciudad. Desde entonces, el pueblo iba a la pila bautismal a pedir milagros. El agua de aquel recipiente cura las heridas de arma blanca, dice la tradición.
Hay más enigmáticos misterios sobre la Iglesia de San Miguel el Alto. Una virgen negra, la piedra cósmica o el recipiente sagrado son algunos de los secretos que aún guarda el lugar. Son muchos los historiadores que creen que queda mucho por descubrir, pero el guía nos dirige de nuevo a otro fascinante lugar. Un lugar de noche eterna.
Por: Javier Brandoli (texto y fotos)http://www.viajesalpasado.com/toledo-las-grutas-secretas-y-los-templarios/
Revista Cultura y Ocio
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