El énfasis en el elemento germánico que Tolkien siempre puso en la génesis de Inglaterra podría –y así ha sido- dar lugar a malentendidos en una época de sospecha y revisionismo del pasado. Expresiones como “racial”, “nuestro peculiar pueblo” y “nosotros mismos” en una carta redactada a principios de 1945 pueden tener un cierto tufillo xenófobo, o excesivamente nacionalista. En la citada fecha, la derrota de la Alemania nazi estaba ya al alcance de la mano, pero durante los meses que precedieron el colapso definitivo del III Reich (mayo de 1945), el mundo conocería las abominaciones de los campos de exterminio.son las cosas que tienen una significación racial y lingüística las que me atraen y se quedan en mi memoria. Aun así, espero que un día (si es tu deseo) seas capaz de profundizar en la intrigante historia de los orígenes de nuestro peculiar pueblo. Y de nosotros mismos, en particular.
Obviamente, Christopher Tolkien entendió perfectamente el sentido de las palabras de su padre; el lector sin prejuicios también, si recorre el epistolario completo del autor de El Hobbit. En sus cartas hay suficiente material que demuestra que el professor y escritor era un hombre sensato y honorable, que aborrecía el racismo y, sobra decirlo, la locura nazi. En un momento en el que Inglaterra parecía a punto de sucumbir bajo las bombas alemanas, Tolkien dejaba muy claro cuál era su visión de lo germánico y lo nórdico. La siguiente cita está extraída de una carta a su hijo Michael (9 junio, 1941):
He querido abordar este tema, pese a que casi nadie creerá necesaria una aclaración en este sentido. Tolkien siempre defendería el genuino ideal nórdico, que nada tendría que ver con Hitler y su parafernalia de manipulación.La gente de nuestra tierra aún no se ha dado cuenta de que en los alemanes tenemos enemigos cuyas virtudes (y son virtudes) de obediencia y patriotismo son, con diferencia, mayores que las nuestras. Cuyos hombres valientes son tan valientes como los nuestros. Cuya industria es diez veces más grande. Y que ahora -bajo la maldición de Dios- están liderados por un hombre inspirado por un vertiginoso demonio enloquecido: un tifón, una pasión que hace que el pobre y viejo Kaiser parezca a su lado una viejecita haciendo punto.
He pasado la mayor parte de mi vida, desde que tenía tu edad, estudiando temas germánicos (en el sentido amplio que incluyen a Inglaterra y Escandinavia). Hay mucha más fuerza (y verdad) en el ideal “germánico” de lo que la gente ignorante imagina. Me sentí muy atraído por él al principio de mi carrera (cuando Hitler, supongo, flirteaba con la pintura y no tenía ni idea sobre esto), como reacción a los “clásicos”. Es necesario comprender lo bueno de las cosas para apreciar su verdadero mal. […] Sin embargo, supongo que sé ahora mejor que nadie cuál es la auténtica verdad tras este disparate “nórdico”. En cualquier caso, albergo en esta guerra un ardiente rencor privado -que probablemente haría de mí un mejor soldado ahora, a los 49, de lo que fui a los 22- contra Adolf Hitler, ese maldito y pequeño ignorante (lo extraño de la inspiración y el ímpetu demoníacos es que de ningún modo realza la talla puramente intelectual: afecta principalmente la mera voluntad). Está arruinando, pervirtiendo, malinterpretando y haciendo para siempre maldito ese noble espíritu nórdico, suprema contribución a Europa, que siempre amé e intenté presentar en su verdadera luz. Y por cierto, nunca éste fue más noble que en Inglaterra, ni más tempranamente santificado y cristianizado.