La ciencia es la gestión de la incertidumbre. El científico ha de ser, ante todo, consciente de la ingente cantidad de cosas que desconoce, de la imposibilidad real de conocer siquiera una mínima parte. Y a partir de ahí gestionar la angustia de una manera muy concreta: rascando con la uñita. De todo ese descomunal universo de ignorancia elige un rinconcito, el que le resulte más cómodo o prometedor o retador, y se empieza a hacer preguntas pequeñas a las que poder dar algún tipo de respuesta. Como intentar describir el Museo del Prado de noche, a oscuras, con un mechero gastado. Parece poco, pero es muchísimo. Sobre todo teniendo en cuenta que es a lo máximo a lo que podemos aspirar. Y que funciona.
La política, en cambio, es la gestión de las expectativas. El político es, ante todo, un vendedor de esperanzas disfrazadas de certeza. En positivo para lo que depende de su gestión, en catastrófico para lo que depende del otro. Y para lo que no depende de nadie, ahí está el espíritu nacional, que hermana en los tiempos duros para superarlos como solo los (inserte aquí su nacionalidad) pueden.
En la confluencia de ambos mundos hay, lógico, choques. Un resultado es que de la ciencia siempre esperas muchísimo más de lo que parece dispuesta a darte. La ciencia parece ir siempre a remolque de la realidad (bueno, esto último es cierto, le pueden quitar el parece, es lo que hay). Pero es porque el ritmo de la realidad no lo marca un científico de bata blanca y reloj nuclear. La realidad no atiende a ritmos.
Todos consumimos más política que ciencia. Es más cercana, más cotidiana, de lenguaje más plano y contenidos más inteligibles, más opinables. Y supongo que es esta concurrencia de mundos paralelos condenados a entenderse, esta tesitura metafísica que obliga a conciliar dos fluidos aparentemente inmiscibles, la causa subyacente de un comentario que leí el otro día en Facebook en una noticia sobre la ya inminente vacuna de la COVID19:
"Vacunan a Pedro Sánchez contra la gripe. Y a nosotros lo que ellos le Dan la gana de probar con nosotros. Ellos quieren que seamos sus cobayas para después vender productos a otros países. Toma por aquí. Ponle la mía a echenique , alomejor llega a caminar y todo."