Algo ha debido de suceder en la percepción que de Cataluña se tiene en el resto de España (tuve ocasión de intuir algo cuando anduve por Madrid y demás enclaves durante el pasado invierno) para que este verano me haya encontrado con la (por lo demás grata) sorpresa de que una de mis amigas campesinas me tuviera preparada unas matas de tomate,.
Por si acaso, leí en su rostro, en completo silencio.
Alborozada, al llegar les saqué estas fotos....
Son minúsculas, pero es incalculable el cúmulo de sensaciones que me deparan estas promesas.
Además, como me había recluido aquí durante una larga primavera invernal, aproveché para plantar semillas... que han fructificado, como las de los gladiolos amarillos
(antes desterrados por Martin, que decía que las cebollas alimentaban a los ratoncillos.... que dejaron ver su presencia también antes, así que falló el aregumento)
y de calas que permanecerán.
Es casi una despedida, aunque aún sigue el verano.
¡Eternamente!