Revista Viajes
El día que tenía reservado para hacer submarinismo tuve que emplearlo en visitar la isla en bicicleta ya que no había suficientes submarinistas como para fletar un barco. Y la verdad que fue un acierto.Empecé el día subiendo al pico más alto de la isla, el Monte Talau, de 131 m. Por el camino me perdí un par de veces porque aquí la gente no es mucho de caminar así que el trayecto no está muy bien indicado.
Las vistas desde la cima están bien, tienen dos miradores enfocando a Port of Refuge, pero podrían estar mejor si ampliasen el camino hacia el sur, donde se verían casi todas las islas del archipiélago de Vava’u.Al bajar fui al bar Tropicana y alquilé una bicicleta para todo el día. El dueño, Greg, me dio una botella de agua congelada para tirársela a los perros en caso de necesidad. Pensé que era un exagerado pero al final resultó no serlo.
Empecé a pedalear hacia el sureste. Llegué hasta una plantación de Vainilla llamada “Taste of Tonga” y me encontré con el dueño, al que pregunté si me podía enseñar la plantación. En ese momento estaba ocupado así que me dijo que si volvía a las cuatro y media de la tarde que me organizaba una visita. Y así quedamos.
Volví por donde había venido y me encaminé esta vez hacia el noreste, rumbo a los jardines botánicos, que resultaron estar cerrados. Los rodeé y me metí por el camino más peligroso del mundo: transcurrí por en medio de una plantación de cocoteros por lo que los cocos caían constantemente como bombas.
El camino acababa en unos acantilados donde las olas rompían furiosamente. Era muy bonito así que me puse a hacer fotos a las olas cuando me di cuenta de que había cuatro ballenas saltando cerca de la bahía. Fue imposible pillarlas saltando pero sí que pude hacerle una foto al surtidor que generan al expirar. No es lo mismo, pero es la prueba de que se pueden ver ballenas desde tierra. También vi a un unicornio pero ya no tenía batería en la cámara.
Volví por el mismo camino infernal y pedaleé hacia Neiafu, la principal población de Vava’u. De camino pasé por la estación depuradora de aguas así que me paré y me presenté como Ingeniero de Caminos (hasta ahora creo que nunca lo había hecho) por lo que llamaron al jefe que me hizo una visita guiada por las instalaciones, que resultaron ser más cutres que las de Boavista (Cabo Verde). Al final estuvimos hablando un rato acerca de los problemas a los que se enfrentan en una isla sin ríos ni lagos y me acabó pidiendo el currículum.
Devolví la bicicleta e hice autoestop hasta la plantación de vainilla, donde Ian ya me esperaba. Resulta que Ian y Vanessa vinieron a Tonga hace cuatro años y se dieron cuenta de que la isla estaba plagada de cocoteros con los que nadie hacía nada. Del mismo modo había 300 plantaciones de vainilla abandonadas.
Ian y Vanessa empezaron una empresa de aceite de coco que venden a Japón ya que ahí tienen la creencia de que va bien para evitar demencia y Alzheimer. Para hacer aceite de coco sólo se necesita la parte blanca del coco así que idearon la forma de aprovechar todo el coco posible, y aquí entra la vainilla.La planta de la vainilla es una orquídea que no tiene raíces, se alimenta de los nutrientes que se depositan en el suelo. Así que lo que idearon es que podrían alimentar a la vainilla con la primera capa que envuelve a los cocos, con la vaina como si dijéramos. Y así volvieron a poner en marcha las 300 plantaciones de vainilla de la isla.
El agua de coco se la dan a los cerdos y con las cáscaras hacen el fuego necesario para procesar la vainilla. Con las cacas de los cerdos hacen metano, que sirve para mover la maquinaria para procesar los cocos y con los pipis, los filtran y hacen crecer verduras. Con los sobrantes de las verduras alimentan a los cerdos. Cuando matan a los cerdos dejan las entrañas para que las moscas pongan sus huevos en ellas, y cuando salen los gusanos se los dan a las gallinas, que ponen los huevos que utilizan en su Bed & Breakfast. Y así tienen ideado un sistema de cero desperdicios del que no me acuerdo porque no tomé apuntes, pero era increíble.
Después de la visita volví al pueblo a dedo y fui a cenar con Patrick, Nick y Hailey, atención, a la Taberna Vasca de Neiafu. Tomamos bravas, tortilla de patatas, ensalada mediterránea con anchoas, croquetas, brochetas de pescado… como en casa. Un día muy productivo. Enrique