Mi padre que tiene un montón de historias que contar me contaba otra que debo de sacar una vez por semana en alguna conversación
Me decía que en su pueblo había uno que la gente llamaba tonto y que en un viaje en tren tenía un billete de tercera (por aquel entonces había mucha distinción en los viajes en tren, había mucho clasicismo en todo) y el hombre se metió en el vagón donde debían de ir los viajeros con billetes de primera, cuando llegó el revisor:
Revisor: “caballero su billete es de tercera clase.”
Viajero: “si si, de tercera”
Revisor: “pero es que está en primera, señor!”
Viajero: “si si, en primera”
Revisor: “pero que lleva billete de tercera!!”
Viajero: “si si, de tercera”
Revisor: “Oiga!! ¿Pero usted es tonto o qué?
Viajero: “si si, tonto”
Esta conversación continua, pero el resumen es que al final el revisor le dejó donde estaba y el viajero fue en primera, mi padre a día de hoy sigue diciendo que aquel hombre… no era tan tonto!
La moraleja de toda esta historia, es que cuidado con los tontos que es mejor no ser tonto y parecerlo que creer se inteligente y ser tonto rematado!