Para nada me cuesta reconocer que soy un chismoso. De hecho, durante mucho tiempo he vivido de propagar rumores que al final acabaron alcanzando el rango de noticia o de difundir presuntas noticias que terminaron difuminándose como el rumor más leve.
Es por eso que me muevo como pez en el agua en el territorio del secreteo, en el dulce ecosistema de las confesiones (a ser posible en penumbra y en voz bajita).
Me encantan los susurros, los murmullos y hasta se me eriza la piel cuando alguien se me acerca al oído y me chiva alguna trama, un plan oculto o algún pecadillo venial propio o ajeno.
Me embelesa el bisbiseo, el musitar o el mascullar de un buen cuchicheo, una conjetura o incluso una elucubración aún a sabiendas de que carece de fundamento porque lo que a mí realmente me eleva es el acto estético en sí mismo de la confidencia, el sigilo, el misterio, la cautela, la mera puesta en escena de la revelación de un secreto como los de las gargantas profundas a los periodistas de caché, los de los soplones a los polis con gabardina en callejones a media luz, o los de los infiltrados a los dobles agentes en las mejores películas del film noir.
Me gustan los cotilleos de los mentideros de los pueblos, los que se cuentan los adolescentes entre risitas nerviosas y con las manos tapándose la boca para intentar que nadie les escuche, los que se adornan con literatura en las noches de acampada de los boy scouts.
Me pirran los secretos inconfesables, los secretos mejor guardados, los secretos de estado, el sello de Top Secret de los documentos de la CIA y, sobre todo, el secreto ibérico (pero que esté bien churruscadito).
Sin embargo, ahora que, tras el desconfinamiento, se va a implantar lo que algunos denominan con el antipático término de "nueva normalidad" que lleva aparejada la obligatoria distancia social, todos los que adoramos la glamurosa parafernalia que rodea un buen chisme vamos a tener que prescindir de este hermoso ritual y acostumbrarnos a los secretos a voces o, en su defecto, hacer un cursillo acelerado para aprender a leer los labios.