Topper Headon, que fue despedido de The Clash por pasarse con las sustancias a pesar de ser un batería muy preciso y versátil
La música rock es terreno ideal para las situaciones más chocantes y divertidas y también para la tragedia; pero en ese pequeño universo se producen, sobre todo, batallitas y anécdotas divertidas que sus protagonistas cuentan cuando han pasado muchos años. Nick ‘Topper’ Headon fue batería de The Clash en sus mejores años, 1977-1982, y autor de algunas de sus canciones emblemáticas. Tiempo después contó algunas historietas y sucesos que vivió junto a otros grandes nombres del rock
Cuando un grupo de éxito está inmerso en la vorágine del rock & roll sus integrantes suelen vivir todo tipo de situaciones, desde cómicas a trágicas. Topper Headon siempre será recordado por haber sido el batería de The Clash en sus álbumes más recordados, además de autor de títulos emblemáticos. En los cinco años que estuvo con la banda se cruzó con otras grandes estrellas de rock y vivió junto a ellas sucesos de todo tipo…
Nada menos que con el gran Bo Diddley estuvieron de gira The Clash. El batería recuerda: “Nos entendimos muy bien y viajábamos juntos en autobús. Cuando yo tocaba bien siempre me hacía un gesto con la cabeza, y una vez me hizo un gran cumplido, pues me dijo que yo era el único batería blanco capaz de tocar y sentir los ritmos que él creaba. Recuerdo que al subirse al bus colocaba cuidadosamente su guitarra en su litera y él dormía en la butaca, de modo que, en caso de problema o accidente, la guitarra estaba a salvo. Era tan bueno que tocaba con una banda diferente en cada ciudad sin problemas”.
Headon vivió una temporada en Nueva York, de modo que no tardó en contactar con neoyorquinos tan aficionados al droguerío como él. Uno de estos fue Johnny Thunders, de los New York Dolls, de quien conserva un chocante recuerdo: “Un día estaba en un taxi con una chica con la que yo estaba saliendo, estábamos en la parte trasera de un edificio esperando a que Johnny bajara. Entonces ella me dijo ‘Mira, conozco a Johnny, y si yo fuera tú, iría ya a la puerta delantera del edificio’. Así que le pedí al taxista que diera una vuelta. Un tipo salía corriendo, ¿quién era? Johnny. Iba corriendo con mi equipo. Le grité, ¡Johnny! Volvió la cabeza y sólo dijo ‘¡Ahhh!’ y simplemente volvió a subir al taxi. Si no hubiéramos dado la vuelta al edificio se habría ido calle abajo con mis cosas. Así era Johnny. Luego se comportó como si nada hubiera pasado”.
Uno de los baterías al que Topper Headon admiraba fue Keith Moon, cuyo encuentro le resultó inolvidable: “Yo estaba en un bar cuando vi a Keith Moon, que era un héroe para mí desde pequeño. Alguien me lo presentó y fue muy amable. Era muy animado, a veces parecía fuera de sí, pero siempre era muy sociable, divertido y como zumbando alrededor de todos. A la mañana siguiente encendí la tele y dijeron que había muerto…, de repente la experiencia del día anterior me pareció surrealista y recordé que Keith me dijo que sí, que había oído hablar de The Clash”.
Como todo el que visitaba Nueva York, Topper Headon fue una noche a la discoteca Studio 54: “Allí vi a Charlie Watts en una esquina bebiendo tranquilamente una cerveza. Me acerqué y me presenté, y él me dijo ‘siéntate conmigo’; éramos baterías y empezamos a charlar sobre la batería, los Stones y The Clash. Entonces apareció Keith Richards con un par de guardias de seguridad que, en realidad, lo traían en volandas. Charlie le dijo ‘¡Oye Keith, Topper de The Clash está aquí’. Keith, borracho y muy colocao, caminó hacia nosotros tambaleándose, tropezó y se sujetó a mi hombro. Un fotógrafo sacó la foto, en la cual parece que Richards y yo somos dos amigos de toda la vida divirtiéndose juntos…, cuando la realidad era que no podía mantenerse en pie”.
Un verano The Clash estaba tocando en Noruega: “Era verano, cuando hay luz las 24 horas del día los siete días de la semana. Joe Strummer y yo nos quedamos despiertos toda la noche trasegando alcohol en su habitación, hasta que él se desmayó. Y como Joe era vegetariano le coloqué un par de lonchas de salami sobre los ojos, y luego cogí su pasaporte y dibujé un bigote y una barba en la foto con un rotulador verde. Al día siguiente volamos a Alemania Occidental; era la época del grupo terrorista Baader-Meinhof, así que la seguridad era muy estricta. Joe le entregó su pasaporte al funcionario, quien levantó la mirada furioso…, Joe no sabía por qué aquel tipo lo miraba así. Entonces el tronco le mostró el pasaporte y Joe supo inmediatamente quién le había gastado tal bromita. Nos reímos a carcajadas. Y cuando volvimos a pasar una aduana Joe se puso un bigote y una barba verdes, de modo que cuando el funcionario lo miró él estaba igual que la foto del pasaporte. Reímos durante horas”.
Y también compartió horas con Lemmy, de Motörhead: “Estuvimos juntos varias veces, aunque recuerdo poco. Él estaba siempre, siempre colocao. Una vez, en su casa, le pedí una raya y me la ofreció en la punta de un cuchillo…, un movimiento torpe y descontrolado y… sangre por todas partes saliendo de mi nariz. No me acuerdo de nada más, sólo de la sangre”.
CARLOS DEL RIEGO